En acto de pura parafernalia, el gobierno federal anunció una campaña a favor del empleo formal y para dejar atrás —se dijo— a esa enemiga de los trabajadores que es la informalidad. Por lo visto, si no fuera por el trabajo informal, la mayoría de los trabajadores carecería de enemigo pero también de empleo.
El empleo informal es irregular en tanto que está fuera del sistema fiscal y de la ley laboral, pero es del todo regular al tener un enorme peso en la economía y ser producto del sistema social. Es la válvula de escape de un capitalismo extremista en el que imperan los bajos salarios —eso sí, muy formales— y una pésima distribución del ingreso. Sin trabajo informal no podría funcionar ese capitalismo bestial porque el sistema formal carece de capacidad para crecer al ritmo de la realidad social.
Como es obvio, no hay otra forma de bajar la cifra de informalidad más que aumentando relativamente la de formalidad, pero para ello se requieren más empleos y mejores salarios, lo cual es justamente lo que no ocurre ni es parte de la política general del gobierno. Lo peor del acto de parafernalia fue que se realizó apenas se dieron a conocer las cifras del empleo formal, que van a la baja.
Otro problema es que la informalidad es producto también de la economía ilegal, es decir, de aquella que es formal e informal a la vez. Todo el outsourcing era hasta hace poco ilegal y lo sigue siendo en tanto que, entre otras cosas, no se pagan contribuciones de seguridad social. Empresas que tienen a la vez trabajadores formales e informales están en la economía informal sin que ningún gobernante se preocupe en lo más mínimo. ¿Qué son por ejemplo los cerillos de los supermercados sino personas sujetas a una relación de trabajo en la que se les admite, se les dirige y se les despide por la empresa? Mas existen otros sistemas mucho más extendidos sin que se les denuncie, mucho menos por ese sindicalismo gremialista que no mira más allá de su propio contrato.
Mientas tanto, en amplias zonas del campo predomina la informalidad con jornaleros sin derechos y con muy bajos salarios que son sometidos a contratos verbales tanto por pequeños propietarios como por ejidatarios que en sí mismos están en la economía formal y promueven la informal. Tiempos de siembras y de cosechas son momentos en los cuales la parte agraria del país se mira en el espejo del capitalismo del siglo XVIII.
¿El gobierno va a perseguir la informalidad que existe dentro de la formalidad? Claro que no. El gobierno lamenta el trabajo informal pero no hará la menor acción política concreta contra el mismo. México es en muchos aspectos un país informal donde es irrisoria la parafernalia del Estado, es decir, su formalidad oficial solemne. Se hacen muchas ceremonias pero no existe una política social de profundidad. Es más, sin el nivel de la llamada informalidad económica no existiría el sistema actual que ha sido incapaz de ofrecer empleo a la mayoría.
Así, el verdadero mayor enemigo de los trabajadores es el capitalismo desregulado y depredador. El gobierno de las parafernalias es su mejor aliado.