Dentro del carnaval del odio promovido por los más importantes medios de comunicación, es inminente la derrota de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Ese carnaval promovido por los López-Dóriga y otros (vendedores de jugosas gacetillas a cualquier gobernante necesitado), aderezado por uno que otro Ciro Gómez Leyva, siempre menor pero muy afanoso, tiene su base en la negativa de los profesores a negociar directamente el contenido de las leyes y en los innecesarios bloqueos que a ninguna autoridad presionan como quisieran sus realizadores.
La CNTE no objeta, sin declararlo, las dos leyes ya aprobadas, la del instituto de evaluación y la general de educación, pero sigue sin proponer un texto concreto de cómo quisiera que fuera la del Servicio Profesional Docente, la cual debería haber sido promulgada hace décadas. El PRD bloqueó la aprobación de esta última, pero no podrá hacerlo por mucho más tiempo. El bloqueo legislativo era para tratar de llegar a un acuerdo con la CNTE ante el silencio sospechoso de los líderes del SNTE, pero casi nada hay sobre la mesa. Ahí es donde radica la derrota: al final, no se habrá logrado nada aunque se haya logrado mucho.
El principio de que la evaluación no debe ser punitiva, es decir, no debe ser instrumento para despedir a los maestros, ya se ha incorporado al proyecto (el último, negociado después del dictamen de la comisión en la Cámara), por lo cual no queda más que esperar un texto de la CNTE, como lo ha pedido el PRD con sobrada esperanza. Ya sabemos que PAN y PRI quieren la vía autoritaria que consiste en que los profesores de educación básica deban admitir sin protesta toda clase de reglas laborales especiales pretendidamente promotoras de la calidad educativa que nunca han impulsado en tantos años de ejercer el poder.
Pero la CNTE, en lugar de entrar en una negociación, sigue con la necedad de la derogación (dice abrogación) de las recientes reformas del artículo tercero de la Carta Magna. Pero eso no puede obtenerse. Lo que correspondería a la CNTE es impedir que la ley se convierta en un subapartado B del artículo 123 de la Constitución, es decir, reducir derechos laborales de los profesores. Es evidente que eso sería inaceptable desde todo punto de vista válido, ya que se trata de derechos universales de los trabajadores, protegidos por la Constitución mexicana y los tratados internacionales.
Esa necedad de que la reforma constitucional deba ser derogada ha llevado a la CNTE a no negociar nada sobre la mesa. Mientras, sus acciones han perjudicado a la ciudad que siempre apoya las causas sociales y democráticas. De aquí se han colgado, como siempre, los sembradores de odios, los López-Dóriga, los pequeños Ciro, quienes jamás fueron a una manifestación, nunca tuvieron el valor de arriesgar el físico para exigir algo de justicia o democracia. Recuerdo a aquellos Zabludovsky mintiendo y clamando represión contra los estudiantes en 1968. Los manipuladores de la opinión pública defienden lo suyo. El problema ahora está en no dar espacio a la promoción del odio. Eso no lo ha sabido hacer la CNTE.
A la sección 22 de Oaxaca, mis respetos por la lucha política que dio contra el despotismo priista en su estado, pero mis condolencias por su regreso al gremialismo estéril que lleva a cabo en estos días.