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Enfermedad de contratismo

En la respuesta del gobierno a Alfonso Cuarón se plantea que deben ponerse a subasta los derechos de extracción de petróleo para lograr la mayor renta posible. Esta ciencia es enternecedora: el dueño de Pemex, un importante productor en el mundo, tiene que ir a buscar otras compañías que sólo le pagarían una renta y que se quedarían con la ganancia industrial que es lo principal.

El gobierno se cuestiona a sí mismo: “¿cómo logramos que la reforma nos permita dar vuelta al deterioro (de las finanzas) que ya se observó?” Y se responde: “el uso de contratos permitirá que aumente aún más la inversión en el sector.” No se dice la verdad: las inversiones de Pemex han sido escasas si se toma en cuenta el potencial existente en el subsuelo y la baja de la extracción, pero la causa no es una falta de dinero ni la ausencia de proyectos sino la incapacidad de operación que se inventaron los últimos gobiernos, incluyendo el actual. Sin embargo, Pemex podría crecer y mejorar. Ahora bien, el contratismo no aporta mayor riqueza. Cualquiera que sea el esquema de éste, se ha de compartir lo que ya se tiene, sacrificando además desarrollo tecnológico. Ninguna trasnacional querría venir a extraer petróleo a cambio de migajas sino para realizar un gran negocio. Lo que esas empresas ganen, lo perderá la nación.

El gobierno agrega: “la reforma nos permitirá dar vuelta a la caída en la producción de petróleo al mismo tiempo que el Estado mexicano ya no es el único que incurre en todos los riesgos y costos asociados a esa mayor producción”. Costos financieros también los tienen las trasnacionales que encuentran dinero en el mismo lugar que los gobiernos. Pero, ¿cuáles son los riesgos? No los conocemos. La producción petrolera es algo de lo más rentable en el mundo a través de precios artificiales. El crudo es un bien monopolizable y monopolizado pero, a diferencia del suelo, es exclusivo de un grupo de países con excedentes. Hay precios mundiales de petróleo solamente según su calidad. Pueden producirse accidentes pero ese riesgo es inherente a toda industria. Puede bajar el precio, como ha ocurrido, pero siempre estará por arriba de los costos y ya se inventaron los fondos de estabilización. “Compartir riesgos” es el peor argumento que se puede utilizar para compartir en realidad una riqueza nacional que tiene la peculiaridad de brindar ganancias extraordinarias.

El gobierno dice que “el régimen fiscal de Pemex implica que todas las utilidades se transfieren a la Secretaría de Hacienda independientemente de si Pemex tiene buenas oportunidades de reinversión de esas utilidades”. El sistema no funciona así. El monto que Pemex entrega al gobierno es decidido por el gobierno mismo. Los excedentes petroleros se convierten en ingresos de gobierno ante la falta de otros y se obliga a Pemex a tomar deudas que el mismo gobierno tendría que contratar para cubrir su propio gasto. Pero, con la reforma, en lugar de que Pemex invierta más y produzca más, lo harían las trasnacionales dejando menos al país.

El gobierno afirma que con su plan se podría pasar de 2.5 millones de barriles diarios a 3 millones en el año 2018. Se habla de medio millón de barriles adicionales que sólo equivale al doble de lo que hoy se produce en Ku-Maloob. Serían unos 200 mil millones de pesos brutos al año, de los cuales las trasnacionales se llevarían más de la mitad. ¿Para eso se tiene que convertir a Pemex en una empresa más frente a las trasnacionales, en su propio territorio y por decisión de su propio gobierno?

La tesis del tesorito, propagada por Calderón, es la misma de Peña, pero ahora se trata del contratismo como enfermedad: las asignaciones se realizarían directamente por el gobierno a través de contratos y de un nuevo sistema de licencias, es decir, concesiones.

¿Por qué no le proponen el mismo plan a Arabia Saudita, primer exportador mundial de crudo? Todos en ese país se reirían hasta las lágrimas.

Te quieren engañar, Cuarón

En la respuesta del gobierno a Alfonso Cuarón se dice que el precio del gas se reducirá porque se va a producir más. No se dice que ese precio no está determinado por el volumen de la producción potencial sino por la demanda en la zona geográfica internacional de su consumo. No se explica tampoco por qué no se ha querido producir mayor cantidad teniendo el hidrocarburo en el subsuelo. La mentira es mayor cuando se ocultan tres aspectos: que Pemex quema gas en la atmósfera; que parte del gas producido en México está sometido a contratos con compañías privadas (Cuenca de Burgos); y que Pemex puede invertir como cualquier otra compañía.

Dice la respuesta a Cuarón: “Entre más gas se produzca en México, menores serán los costos de generar electricidad”. Esto es una verdad a medias porque la sustitución de combustóleo por gas en la producción eléctrica es algo que debió haberse culminado hace tiempo y de hecho se ha venido haciendo pero comprando el gas fuera del país. Cuando se empezó a regasificar parte de lo importado y cuando se redujo el precio del gas de Texas, no bajó la tarifa eléctrica. Sin embargo, con una mayor producción del Estado, la renta, la ganancia industrial y los empleos serían de nuestro país. Por eso se insiste en que Pemex se amplíe pues con los extranjeros la ganancia se iría a otro lado y la nación se quedaría sólo con la renta como ahora ocurre en Burgos.

Se afirma en la respuesta a Cuarón que “el país no desarrolló la infraestructura necesaria para transportar el gas por ductos”. Pero no se dice por qué el gobierno no invirtió y no invierte lo necesario. Cierto es que faltan ductos pero no se midieron en gastos cuando construyeron la regasificadora de Manzanillo para recibir el gas de Perú.

Dice el gobierno: “con la Reforma Energética, las empresas privadas podrán producir gas en México y venderlo en nuestro país, generando empleos y pagando impuestos en nuestro territorio”. Y sigue: “a partir de los nuevos cambios, existirán múltiples productores de gas en México, compitiendo entre sí, con lo cual tendremos gas suficiente y a menor precio”. Esta es otra maraña de mentiras. Primero: ya tenemos varias empresas privadas que producen gas pero el precio es el mismo, como es natural en este mercado. Segundo: la existencia de “múltiples” productores no implica competencia ni reducción del precio: sólo se produce el gas que se puede vender mediante contrato con los consumidores. Tercero: nada que puedan hacer las trasnacionales es imposible por parte del Estado mexicano en esta materia.

Se sigue leyendo en la respuesta a Cuarón: “En el caso de la gasolina, México importa el 49% del consumo nacional, por lo que la reforma prevé la apertura a la inversión en refinación para incrementar la oferta. Además, la gasolina es subsidiada y el esquema de subsidios vigente es altamente regresivo”. Más mentiras. Primero: México importa gasolina por decisión del gobierno. El Estado puede producir toda la necesaria como lo hizo durante muchos años. Segundo: el “subsidio” a la gasolina tendría que mantenerse debido al valor del crudo incorporado; nuestro país no tiene dos precios diferentes de su petróleo; éste es uno y se determina según la demanda porque la oferta está regulada internacionalmente. Tercero: el llamado subsidio no sólo opera para los ricos o clase media sino para todos los que consumen productos transportados en vehículos a diesel o gasolina. Las refinerías extranjeras en México venderían las gasolinas al mismo precio que lo hacen hoy en el mundo pero se llevarían la ganancia industrial, claro está.

He aquí un comentario a la primera de las 10 respuestas a las preguntas de Cuarón. Las demás están por el estilo. No era de esperarse otra cosa.