Las alianzas entre izquierdas y derechas siempre se han pactado sobre objetivos concretos y coyunturales. Por lo general, se han dado con el propósito de remontar un sistema o régimen político y alcanzar nuevas bases de carácter democrático. Esto implica que tanto las derechas como las izquierdas sean más o menos democráticas.
En el año 2000 se abrió la posibilidad de una alianza electoral entre el PRD y el PAN alrededor de objetivos muy concretos, en especial la necesidad de remontar el sistema priista, el presidencialismo absolutista o despótico, para instaurar un régimen abierto a la transición. El PAN bloqueó esa posibilidad y, después, con el triunfo de Vicente Fox, éste cerró toda concertación política para avanzar en reformas democráticas en el país. En realidad, el PAN ha usado el andamiaje jurídico del viejo régimen priista y, ahora, lo quiere profundizar a favor del poder Ejecutivo.
Antes del 2000, el PRD convino algunas alianzas locales con el PAN y, en algunos estados, se produjeron triunfos electorales, los cuales, después, fueron un fiasco. El PRD estaba entonces movido por la idea de que era necesario erosionar el viejo sistema priista, pero el PAN no compartía el mismo punto de vista, pues la derechización del gobierno federal, especialmente a partir de Salinas, era vista como un triunfo moral del panismo histórico. En realidad, el PAN buscaba sus propios acomodos a través de algunas alianzas con el PRD. La verdad sea dicha, el PAN salió ganando siempre.
Hoy, la situación ha cambiado. El PAN es gobierno y aplica, naturalmente, una línea derechista. Además, carece de propuesta democrática en materia política y pide el fortalecimiento del presidencialismo frente a un Congreso plural donde ningún partido tiene mayoría. Como era de esperarse, en materia social el PAN aplica el programa de los grandes conglomerados capitalistas que, en México, conforman una oligarquía que usa al gobierno federal para su propia defensa y expansión.
En cuanto a la idea de golpear al PRI en algunos estados para limitar sus posibilidades de retornar al poder en el país, el argumento es débil. ¿Qué diferencia importante existe entre los gobiernos panistas y priistas? Ni en materia de derechos y mucho menos en cuanto a política económica y social, se pueden advertir divergencias entre esos dos partidos.
¿Qué buscaría la izquierda perredista con la idea de aliarse extemporáneamente con el PAN en algunos estados? Se dice que golpear al PRI, pero eso no puede ser hoy el planteamiento de un partido político de izquierda, sino las reformas, los cambios políticos y económicos a favor de la mayoría trabajadora del país, lo cual implica combatir a las derechas por igual.
En cuanto a la inexplicable idea de postular para gobernador de Tamaulipas al tal Lino Korrodi, lo mejor es decir que es tan obscena que es mejor no entrar en detalles.
¿Qué hay en el fondo? La falta de análisis concreto de la realidad, la cual predomina en la dirección del PRD, donde el exceso de pragmatismo lleva a errores de carácter estratégico, es decir, de los que perduran y trascienden. Es en verdad difícil entender cómo una izquierda cualquiera puede dejar de darse cuenta de que sus eventuales alianzas con la derecha no serían más que formas de alimentar las tendencias bipartidistas, las cuales se promueven desde el PAN y el PRI sobre la base de que en la realidad política del país ya tienen suficiente espacio. Las alianzas se están dando entre el PRI y el PAN en casi todo el país, aunque esos dos partidos compitan en las elecciones.
Nada debería hacer el PRD para alentar esas tendencias hacia un bipartidismo de dos formaciones políticas de derecha. Al PRD le conviene singularizarse en lugar de sumarse a la derecha no priista, pues ésta no tiene diferencias apreciables con la otra. Si la dirección del PRD quiere seguir extraviada, sin propuesta política propia, sin capacidad de convocatoria, sin prestigio popular, sin ideas fuerza, que pacte lo que sea con quien sea y ya veremos qué hacemos para volver a empezar.