La tragicomedia de Snowden y Obama

Con la generalización del internet y, en general, de las tecnologías de la comunicación se ha producido también una revolución en la política. Los gobiernos cubren el amplio espectro abierto con sofisticados mecanismos de espionaje, pero no sólo espían a sus enemigos, sino también a sus amigos. Como antes, Estados Unidos es la principal potencia del espionaje mundial, pero también la más vulnerable.

El asunto Snowden ha ido de la tragedia de los servicios secretos estadunidenses hasta la más increíble comicidad internacional. Entre asombro e hilaridad, el mundo confirma un viejo supuesto que consiste en que nadie se ha escapado del espionaje, pero lo que no habíamos visto es a un gobierno haciendo tantos desfiguros. Varios gobernantes europeos hicieron lo que nunca se había hecho: bloquearon el vuelo de un presidente dentro de un operativo internacional que no pudo ser más que ideado en Washington después de que Obama había dicho que no movería sus poderosos aviones de guerra para ir por Snowden. Pues bien, lo que Obama logró, por increíble que parezca, fue cerrar el espacio aéreo de varios países, a los cuales su propio gobierno espía de manera ilegal, para tratar de averiguar si en el avión presidencial boliviano viajaba precisamente quien ha denunciado el ilícito espionaje.

Mientras, Snowden está, al parecer, en Moscú sin protección oficial de ningún país, en tránsito hacia dónde nadie sabe, cuando Obama envía mensajeros para convencer a algunos gobiernos de que deben negar el asilo a un personaje que encarna el contraespionaje por cuenta de él mismo. Esos espías de nadie, como Bradley Manning y el mismo Edward Snowden, son una especie de reciente aparición que antes nadie se podía imaginar. La causa que enarbolan es la transparencia, el desvelar secretos de Estado y, sobre todo, aquellos actos de espionaje contra gobiernos y personas que realiza el espía mayor del mundo.

El espionaje siempre ha sido una actividad de Estado y de algunos otros poderosos, para tomar ventaja frente a los demás o prevenir daños. Pero el espionaje en las redes de información y comunicación está prohibido en términos generales, es decir, cuando se hace sin control judicial, tal como lo indican las revelaciones de Snowden. Entre los gobiernos, esa ilegalidad es un valor entendido, es decir de sencilla y tolerada ejecución, pero cuando un espía de nadie sino de sí mismo la pone al descubierto, la justicia se vuelca en su contra en lugar de perseguir a quienes violaron las leyes mediante el espionaje ilícito.

Sí, en efecto, Manning y Snowden son espías de la humanidad y en cuanto tales están sujetos a las leyes dictadas por quienes realizan el espionaje y, por tal motivo, deben comparecer ante los tribunales, pero quienes realizan los actos ilícitos de origen, los que ocultan informaciones que deberían ser públicas, los que se entrometen en la vida privada de cualquiera, los que poseen informaciones de pretensiones y actos de gobiernos “amigos” (Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses, ya se ha dicho), los que violan las leyes internacionales, ésos no deben enfrentar la justicia, porque ellos son la justicia. Ese mundo no es desconocido por nadie, el problema es cómo superarlo.