Salario y productividad

Cuando los salarios son bajos por decreto del Estado lo que ocurre es que el trabajo se deteriora, se descalifica. Muchos capitalistas se encuentran felices de pagar salarios bajos pero la productividad de sus trabajadores suele ser también baja. La tasa de plusvalor en los sectores de bajos salarios es menor que en los sectores de mayores remuneraciones y, por tanto, la tasa de explotación es también menor. Pero nuestro pequeño o mediano capitalista no se da cuenta de esto porque su masa de ganancia la utiliza con frecuencia para ahorrar en otro lado y para gastarla en lugar de invertir bajo nuevas pautas técnicas. Estará muy feliz en tanto que los salarios pagados sean bajos y se mantenga su tasa histórica de ganancia. Tiene que surgir un poderoso movimiento sindical que le haga entender que los bajos salarios que paga no le ayudan a realizar mejor sus funciones de explotador del trabajo ajeno mientras las grandes ganancias se concentran y centralizan en pocas manos de tal manera que el proceso de acumulación de capital se dirige desde unas cuantas corporaciones. Lo malo es que ese movimiento sindical no ha surgido.

La renovada tesis dogmática de que para aumentar los salarios (sanamente, Carstens dixit) se requiere que antes se eleve la productividad del trabajo asalariado es como la pregunta sobre el huevo y la gallina, o sea, es no comprender nada. El esquema de salarios bajos se basa en el trabajo menos calificado, es decir, con menor capacidad productiva, con menos generación de plusvalor por unidad de capital invertido en salarios (tasa de plusvalor), con trabajadores menos explotados pero quizá más simpáticos porque aguantan todo aunque viven muy mal. Lo sensacional es que esta tesis es también asumida por algunos líderes de la UNT (sí, Unión Nacional de Trabajadores), además de la CTM y otras centrales charras.

Quienes defienden los salarios bajos en realidad defienden una tasa general de ganancia que no es compatible con una mayor productividad o, dicho en otros términos, la ganancia por unidad monetaria invertida se basa en el bajo salario mucho más que en un incremento de la capacidad productiva del trabajo social. Existe una especie de artificio que es el decreto de control salarial, el cual opera siempre en contra de los trabajadores cuando en realidad eso del salario mínimo por ley ha sido planteado históricamente para dar una garantía a los trabajadores y atenuar la competencia entre éstos, la cual tiene en parte su base en el desempleo. Hoy, en México, el salario mínimo se ha convertido en lo contrario de lo que es en muchos otros países pues, si no existiera, no podría haber otro menor. Pero también juega un papel de control salarial sobre las percepciones contractuales, es decir, sobre los salarios en general.

Durante décadas, los salarios mínimos y la mayoría de los otros salarios han crecido por debajo de la inflación (han decrecido en términos reales), muchos de ellos también por debajo del aumento en la productividad, pero entonces no se dijo que tal salariocidio era inconveniente para la economía. Hoy, se dice que primero debe aumentar la productividad y, después, si acaso, el salario. Se mantiene el mismo círculo vicioso típico de esa rastacuera burguesía y sus políticos, con el cual han condenado al país a la paralización y la pobreza.

Cualquier política de bajos salarios impide el crecimiento de la productividad del trabajo y la ampliación del mercado interno. Como en México la única política productiva se llama NAFTA, entonces al gobierno y a la patronal les importa un comino el salario miserable y el estancamiento de la demanda doméstica.