Quienes siempre han gritado en favor de gravar con el IVA los jitomates, las cebollas, los chiles y las tortillas, consumidos por casi todos, protestan por la iniciativa de aplicar ese mismo impuesto al servicio educativo privado. Sólo les importa en realidad no tener que desembolsar más en colegiaturas. Ocultan, además, que éstas son deducibles del impuesto sobre la renta, según un decreto inconstitucional expedido por Calderón con un costo de 14 mil millones anuales y que sólo beneficia a quienes ganan más de 400 mil al año.
El IVA es un queso gruyere con muchos agujeros, pero lo único que deseaba la derecha era hincarle el diente a la gente que destina más de la mitad de sus escasos ingresos a la alimentación. Como eso no fue posible, se oyen las protestas contra el IVA en colegiaturas, importaciones de maquiladoras, la igualdad de la tasa general en todo el país y otros gravámenes que siempre debieron existir.
El IVA en alimentos y medicinas que es regresivo tiene dos inconvenientes adicionales: el político y el económico. El primero es el rechazo de la mayoría a pagar más por su escasa comida y por medicinas muy caras. El segundo es que, cuando hay una tendencia recesiva, lo peor es golpear más el consumo.
El impuesto sobre la renta es otro gruyere, pero con hoyos mayores. Calderón llevó la tasa máxima de 28 a 30 por ciento ante la recesión pero no tapó agujeros. El actual proyecto del gobierno tampoco está del todo bien, porque debería elevar a 32 por ciento el impuesto a los ingresos, pero a partir de los 50 mil al mes y agregar un punto porcentual por cada 50 mil adicionales hasta un límite de tasa máxima que podría ubicarse en 38 por ciento. Además, habría que aligerar las tasas a los ingresos más bajos, ya que resultan elevadas.
Hay muchos más puntos a debate pero, por lo pronto, una parte de la izquierda no acierta a retomar el discurso que por décadas pronunció en todos los tonos. El plan siempre ha sido hacer más progresivo el impuesto sobre la renta y eliminar regímenes especiales y concesiones fiscales graciosamente otorgadas por los presidentes a los grandes capitalistas. El otro punto es cambiar la forma de la redistribución del ingreso.
La derecha priista ha quedado un tanto desconcertada con la propuesta del gobierno al grado de unirse a la otra, la panista, para echar abajo algunos puntos de la iniciativa. Esperemos que la izquierda no haga lo mismo con banderas que no son suyas. Es preciso tomar en cuenta que el gobierno busca ante todo aumentar la recaudación sin meterse en el enredo del IVA en alimentos y medicinas, por lo que no todo lo planteado en la iniciativa es correcto. Sin embargo, habría que tratar de ir más lejos, pero con visión y programa propio. No podría ser congruente impedir el impuesto a las ganancias bursátiles o el nuevo derecho a la extracción de minerales preciosos, entre algunas otras viejas propuestas presentadas antes por la izquierda y rechazadas o ignoradas por la derecha.
La iniciativa del gobierno es pequeña para las necesidades redistributivas del país y aún así se escuchan por todos lados los rechazos. Si el gobierno no abrazó la propuesta fiscal de la OCDE y de la derecha —incluso la priista—, no tenía más que echarse al otro lado aunque en forma limitada. Así está la cosa.