Archivo por meses: octubre 2018

Migrantes, fantasmas de la administración Trump

La caravana de migrantes procedente de Honduras es denunciada por la administración de Donald Trump, aunque parezca increíble, como una conspiración promovida por los líderes del Partido Demócrata, el magnate George Soros, el Estado Islámico (EI), Nicolás Maduro, entre otras potencias.

Además, el secretario de Estado, Mike Pompeo, ha declarado que la caravana ha «violado la soberanía de México, sus leyes y sus procesos migratorios», lo cual, dijo, en Estados Unidos el presidente Donald Trump no permitirá que suceda.

Según las autoridades de Estados Unidos, el problema es de México, por lo que ellas mismas «confían» en que los «líderes» mexicanos «sepan cuáles son los mejores pasos para resolver esta situación… mediante una acción oportuna». Esto lo dijo Mike Pompeo luego de conversar con Luis Videgaray.

En la víspera de unas elecciones que podrían ser cruciales para Trump, la Casa Blanca asume una posición actualizada de defensa nacional frente a sus «enemigos». El comunismo ya no es amenaza, ahora la es un mundo que, se dice, lo asedia y quiere seguir sacando provecho a sus costillas, aprovechándose de su bonhomía.

Unos 300 mil migrantes atraviesan México cada año rumbo al coloso del norte. Una caravana, sin embargo, pone en peligro la soberanía de Estados Unidos, luego de violar la de México. Esta es la versión de los gobernantes estadunidenses.

Esos miles de migrantes hondureños vienen en caravana para contrarrestar el peligro que es para ellos atravesar México, a merced de bandas de delincuentes organizados que los acosan, secuestran, extorsionan, agreden y asesinan. Pero no amenazan la soberanía de ningún país, entendiendo por ésta la capacidad efectiva de tomar decisiones propias. El derecho al refugio está vigente en las leyes internacionales.

Dicen los voceros de la Casa Blanca que dentro de los migrantes de la caravana vienen «árabes», aunque el presidente de Estados Unidos admite que no se puede demostrar tal afirmación, lo cual, agrega, no quiere decir que «no sea así». Esto está sacado de una película de Groucho Marx, algo de la mejor comedia cómica estadunidense.

El agonizante gobierno mexicano se propuso contener la caravana imponiendo la condición de registros individuales previos. Si el gobierno de México iba a admitir de cualquier forma a los migrantes de esa caravana, ¿para que cerró el puente?, ¿por qué no programó la recepción de los hondureños dentro del territorio nacional y no en la frontera? Hubo que actuar con estupidez para crear el espectáculo de miles de personas aglomeradas desesperadamente sobre un puente, con tal de enviar a Washington el deplorable mensaje de que el gobierno mexicano se estaba resistiendo, tal como lo demandaba el señor Trump.

Con esas órdenes demenciales, Peña Nieto propició aquel señalamiento de Mike Pompeo en el sentido de que la soberanía mexicana había sido violada.

No existe crisis de migración en la frontera entre México y Estados Unidos. Se ha venido reduciendo desde hace tiempo el número de mexicanos que buscan pasar al norte sin visa. Cada año son más los expatriados voluntarios que los deportados en el mismo lapso.

En cuanto a los migrantes centroamericanos, ellos seguirán atravesando México sin que eso ponga en peligro a ninguno de los dos países.

Pero, aunque no haya crisis, a Trump le conviene hacer creer que existe: «esta es la elección de la caravana», ha dicho en referencia los próximos comicios en Estados Unidos. De la composición de la Cámara de Representantes depende el proyecto de concluir el muro fronterizo, pero, antes que nada, el mantener la mayoría republicana.

Al revisar la política norteamericana en relación con el resto del mundo, Donald Trump ha ubicado en el centro, junto a su balanza comercial, a las migraciones y a la consecuente delincuencia infiltrada, incluyendo a terroristas. El presidente, sin embargo, en lugar de buscar soluciones, responde con una actitud de confrontación. Al hacer esto, soslaya que el déficit comercial no le es adverso, en general, a la economía estadunidense, al tiempo que ésta requiere migrantes. Primero, porque no es posible sustituir masiva y rápidamente casi toda clase de importaciones. Segundo, porque ya se está cerca del «pleno empleo». En términos de agregados económicos, ¿qué van a comprar?; ¿quién va a trabajar?

Si Trump tuviera éxito en su política de llevar a Estados Unidos a ser «grandioso otra vez», sólo crearía nuevos y mayores problemas. Lo que por ahora está en el fondo es que tal política no despega, pero, en cambio, sí se están creando puros conflictos.

México no debe caer en ese perverso juego.

El problema no es la consulta sino Texcoco

Pablo Gómez

 

Es falsa la propaganda de que la consulta sobre el proyecto del aeropuerto en Texcoco es un problema creado por su convocante, Andrés Manuel López Obrador. El problema real consiste en la decisión de cambiar de aeropuerto, lo que, de llevarse a cabo, impondría al país un costo de más de 300 mil millones y muchos otros estragos.

Enrique Peña Nieto nunca consultó a la ciudadanía sobre tema alguno. Todo su legado fue impuesto, incluso las inicuas deudas como las del proyecto de Texcoco.

Es también falso que la consulta convocada por AMLO sea ilegal. El que no sea alguna de las que habla la Constitución (las cuales sólo se pueden efectuar el día de elecciones), no quiere decir que sea contraria a la legalidad. La consulta será una un acto de libertad, así del convocante como de quienes concurran voluntariamente.

Según los contratistas y sus amigos del gobierno, dejando al margen a los numerosos corifeos, el proyecto de Texcoco es un asunto exclusivo de los «técnicos», pero fueron los políticos quienes tomaron la decisión. Al tiempo, se usarán recursos públicos de directo desembolso presupuestal y de empréstitos del Estado con la garantía del cobro de un derecho (TUA) que, como todos, forma parte de la hacienda pública.

Mas el asunto es de mucha mayor importancia. Mientras que Peña Nieto decidió emprender una obra transexenal de grandes dimensiones, la nueva fuerza gobernante del país, la cual se formalizará el 1º de diciembre, no ha simpatizado en absoluto con el proyecto de Texcoco, pero tendría que financiarlo a costa de otras infraestructuras.

Los promotores del aeropuerto de Texcoco como aeródromo único de la ciudad, es decir, con exclusión del Benito Juárez y, de paso, de la base aérea de Santa Lucía, no consultaron más que a algunos expertos y a los posibles contratistas. Es comprensible que hubiera unanimidad. Esa es la clase de consultas a las que está acostumbrado el viejo grupo hegemónico.

A ese problema original se le agrega un segundo que consiste en que ya se gastaron varios miles de millones de pesos en el último año, a toda prisa, para que fuera más difícil una marcha atrás. De cualquier manera, ese aeropuerto no sería inaugurado antes de cinco o seis años.

El único argumento a favor del aeropuerto de Texcoco es el dinero ya invertido.

Otro problema sería el cierre del actual aeropuerto Benito Juárez a partir del mismo día de la inauguración del de Texcoco. Al respecto no hay proyectos y mucho menos fondos públicos de inversión. En el agonizante gobierno de Peña no han pensado en las gigantescas inversiones que se requerirían para darle un uso distinto, el que fuera, a una enorme terminal aérea.

Si al nuevo gobierno le corresponde ahora tomar la decisión, así como también a la Cámara de Diputados en el momento de la aprobación del presupuesto de 2019, algo en el terreno político tendría que hacerse. La consulta no será de una amplia cobertura debido a la precariedad de los recursos disponibles, pero basta con que lo sea para indicar una tendencia en la opinión popular.

En cualquier escenario, en la consulta no radica problema alguno.

1968: mentiras persistentes

No es tema menor la versión de que durante el movimiento estudiantil de 1968 operaron grupos con «ocultas intenciones» como dijo el rector de la UNAM, Enrique Graue, en la sesión solemne de la Cámara de Diputados el pasado 2 de octubre.

Con esa versión se ha buscado erosionar la legitimidad del movimiento. La especie de que aquella lucha, como otras, fue manipulada desde las oscuridades siempre ha tenido como propósito la descalificación proveniente de las fuerzas, y partidos conservadores.

Esa acusación contra el movimiento del ´68 se produjo desde los inicios de éste. El que tantos jóvenes enarbolaran un programa de libertades democráticas sin una sola demanda puramente estudiantil era repudiable en las filas del despotismo oficial y otros alineamientos reaccionarios. En ese contexto represivo, sólo fuerzas oscuras o desde la oscuridad tendrían que estar promoviendo la movilización.

El rector Enrique Graue se equivoca también al señalar que el gobierno de entonces «creía ver en las genuinas manifestaciones estudiantiles las maquinaciones de una conspiración internacional encaminadas a derrocar al régimen establecido». Era al revés, el poder no creía ni un ápice de su argumento público sobre una conspiración internacional ni de un fantasioso objetivo de derrocarlo, sino que se encontraba convencido que la calumnia era un medio de propaganda para desprestigiar al movimiento y justificar su propia violencia.

La conspiración comunista internacional, procedente del extranjero, siempre fue la versión del Ministerio Público federal. Sin embargo, el procurador Sánchez Vargas sabía de sobra que todo ese cuento era absolutamente falso, pero lo sostenía como móvil de múltiples delitos dentro de las acusaciones formales en los tribunales.

Enrique Graue profundiza su error al ubicarse en el filo de la justificación de la masacre. Dice: «por lo menos yo quiero imaginar que esa fue la razón principal [creer en la conspiración internacional] por la que el Estado se dedicó en forma sistemática a intentar acallar el movimiento a través de la negación, la represión y la sinrazón».

Fue en este contexto discursivo que Graue afirmó: «tampoco dudo ni por un momento que intenciones de grupos de poder, o en búsqueda de él, hayan aprovechado o aprovechen circunstancias de conflicto para escalarlas, persiguiendo ocultas y obscuras intenciones. Si ese fue el caso en aquel entonces, no por eso demerita lo genuino, lo espontáneo, el (sic) auténtico del Movimiento Estudiantil de 1968».

En mi turno, respondí improvisamente al rector en forma un tanto general: «No había poderes ocultos, doctor Graue. Nadie, nadie, nos manipuló, éramos libres, decidíamos nuestras resoluciones, no había nada oculto. ¿Sabe qué había?, un poder unido al mando de los asesinos en Tlatelolco, que era el despotismo presidencial del viejo sistema que aún da, a veces, ciertas señales de existir».

Entre las versiones descalificadoras que tienden a negar el carácter genuino del movimiento del ´68 también se encuentran, como variante de «fuerzas oscuras», aquella que consiste en que había injerencia de políticos oficialistas, priistas, que estaban en pugna con otros dentro del proceso de sucesión presidencial. En verdad, no había tal pugna. Todos los grupos priistas estaban absolutamente alineados con Díaz Ordaz, como lo demostraron con su propia obsecuencia, cuando no su complicidad.

Luego de 50 años parece que no sólo nos persigue aquella violencia y la matanza del 2 de octubre sino otros daños, uno de ellos es la mentira, la calumnia. No hay movimiento político mexicano que haya sido más denostado, al grado que no pocos de sus participantes, como Enrique Graue, se han creído dos de las muchas mentiras: que hubo fuerzas que desde posiciones oscuras quisieron aprovecharse del movimiento y que el gobierno creía que aquel expresaba una conspiración comunista internacional para derrocarlo. Mentiras persistentes que no se caen con el simple pasar del tiempo.