Archivo por meses: octubre 2016

Del PRI a la PGR

Raúl Cervantes Andrade, ahora procurador, ha sido delegado a las asambleas nacionales XVIII (2001) y XIX (2005), consejero político nacional, coordinador de asuntos jurídicos y secretario general adjunto del Comité Ejecutivo Nacional, además de tres veces legislador federal plurinominal. Todas estas funciones y cargos las desempeñó dentro del Partido Revolucionario Institucional. Es sin duda un militante sólido.

Enrique Peña Nieto lo había perfilado como ministro de la Suprema Corte aun cuando no reunía las exigencias de la ley porque era senador, cargo irrenunciable. Ahora lo ha impuesto como procurador y pretende dejarlo como Fiscal General cuando él ya no sea presidente de la República. Esto se llama designación transexenal que, para colmo, se encuentra prevista en un transitorio del decreto publicado el 10 de febrero de 2014 con el cual se reformó el artículo 102 constitucional.

Peña desea imponer un funcionario por once años en total aunque su partido, el PRI, sea desalojado del Poder Ejecutivo y aunque la Fiscalía, se supone, deba ser independiente del Ejecutivo y de cualquier partido político. Lo que no se explica es que casi toda la oposición haya ratificado el nombramiento de Raúl Cervantes, destacado dirigente priista, sin que éste cubra requisitos de idoneidad para el cargo de procurador. No ha tenido nada que ver con la investigación criminal, no ha estudiado criminología, no ha tenido contacto con la procuración de justicia, carece de conocimientos sobre la organización de la PGR. Al respecto, el nuevo procurador está en blanco y así se puede pasar años. Un verdadero fiscal no se improvisa.

En otros países se busca un procurador profesional. En México con la mayor frecuencia se nombra a un experimentado político oficialista experto en maniobras propias de su ramo. Así ha sido durante muchas décadas. Baste recodar algunos personajes como Portes Gil, López Arias, Sánchez Vargas, Ojeda Paullada, Oscar Flores, Morales Lechuga, (Lozano Gracia, PAN), Macedo, Murillo Karam, entre otros. La Procuraduría ha sido una posición política, no una institución de Estado. Ha sido instrumento para perseguir y para perdonar, para amenazar y para negociar. Nunca nadie ha tenido la confianza plena en el Ministerio Público convertido en instrumento del poder político. Carranza quería una especie de ombudsman, al margen de los jueces porfirianos de consigna y de la Secretaría de Justicia, entonces abolida, pero se equivocó de lado a lado cuando implantó la norma de que el procurador debía ser nombrado y podía ser removido libremente por el presidente de la República en turno: hasta aquí llegaron las ansias reformadoras de la justicia en 1917.

Bajo un sistema de partido dominante de Estado y, además, corrupto, la justicia no puede ser independiente aunque lo proclame la ley. De lo que se trata es que ya lo sea después de cien años. Ese requisito es uno de los elementos básicos para desarrollar la democracia política y garantizar el ejercicio de los derechos fundamentales, sociales y políticos. Pero Raúl Cervantes, prominente militante priista e integrante del entorno cercano de Peña Nieto, no es la persona capaz de abrir el paso a una Fiscalía General independiente basada en la legalidad y la probidad.

¿Para qué se quiere a Cervantes? Para tener ahora y después de Peña el control de la procuración de justicia, de las investigaciones penales, de la cantada lucha dosificada y con dedicatoria contra la corrupción y del uso instrumental del Ministerio Público. El procurador Raúl Cervantes nos quiere decir que el sistema no cambiará aunque las leyes hayan sido modificadas.

Sólo hay dos gruesos detalle: 1) no habrá fiscal hasta que haya ley de la Fiscalía, lo cual depende del Senado y 2) el próximo presidente de la República podría remover a Cervantes del puesto de Fiscal General si el Senado se abstuviera de objetar dicha remoción en un plazo de diez días. Así que es algo pronto para que Peña y su grupo, así como otras bandas priistas, canten victoria con la llegada de Raúl Cervantes a la PGR y luego a la Fiscalía General. Los ex gobernadores en capilla, por su lado, ya no tienen salvación porque son el estandarte de la anunciada derrota de la corrupción del Estado mexicano. Ya hemos visto lo que eso significa cuando son los mismos (o parecidos) quienes gobiernan.

Tribunal Electoral: agandalle oficialista

La Sala Superior del Tribunal Electoral siempre ha sido de consigna aunque no siempre haya funcionado como tal. Ernesto Zedillo nombró a cuatro priistas de los siete magistrados que lo componen, pero uno de ellos (Orozco) se juntó con otros tres y jugó el papel de díscolo en algunos lances importantes como el del Pemexgate, cuando se obligó al PRI a pagar mil millones de pesos por haberse robado de la paraestatal petrolera una cantidad igual. El dato duro en la coyuntura era que el PRI ya había perdido la Presidencia.

Con o sin mayoría automática priista, el tribunal ha jugado un papel de legislador. Cuando no le conviene acatar la letra de la ley, se inventa otra norma y aplica su criterio. Ese es uno de los más graves defectos del más alto tribunal electoral del país.

El Senado ha escogido a siete magistrados y magistradas de otras tantas ternas enviadas por la Suprema Corte, de las cuales sólo dos de ellas estuvieron integradas sólo por mujeres y cinco exclusivamente por hombres. La paridad era imposible por el número impar de los integrantes del tribunal, pero ¿por qué sólo dos mujeres? La Corte, como siempre, no se esfuerza en dar explicaciones, pero la cuasi paridad entre hombres y mujeres que estaba al alcance fue descartada en sucesivas votaciones arregladas de antemano mediante criterios preestablecidos. Así se las gastan los togados en los días corrientes.

De los siete integrantes de la Sala Superior tenemos otra vez cuatro oficialistas. Esta es la composición ideada originalmente por Zedillo desde cuando ese tribunal se integró como órgano del Poder Judicial. El TEPJF se permite inventar normas legislativas que son de inmediato aplicadas por él mismo. Luego, lo peor, es que el Instituto Nacional Electoral acata los mismos dictados judiciales aunque no conformen jurisprudencia, como si fueran parte integrante de la legislación del Congreso de la Unión.

Ese Tribunal puede anular cualquier elección actuando como instancia única y de alzada, es decir, sin revisar ningún fallo anterior y resolviendo lo que nadie le pidió. Así ha funcionado dicho órgano del Poder Judicial, con escándalos concretos, pero sin que en el Congreso imponga un criterio de moderación al poder asignado a siete personas.

¿Por qué el PAN y el PRD han admitido el exceso de facultades del Tribunal y su nefasta composición? Esa es una buena pregunta pero no tenemos a la mano forma de responderla satisfactoriamente. Por su parte, al PRI le importa muy poco que digan que unos magistrados, como unos consejeros ciudadanos, son oficialistas disciplinados. El cinismo de la clase política tradicional mexicana carece de límites.

Una vez, el PRD tuvo que hacer una proposición completa para integrar el IFE porque se le había marginado de las negociaciones debido a su exigencia de que cada uno de los tres partidos pudiera objetar las propuestas de los demás. El PAN había dado su consentimiento (Germán Martínez y Molinar) para resistir la decisión de Madrazo y Gordillo de imponer un IFE nefasto encabezado por Ugalde, pero negociaron en lo más oscuro de San Lázaro a cambio de un consejero más para el PAN. Como coordinador de la bancada del PRD (2003-2006) me sostuve hasta el final en la exigencia, aunque poco después fui criticado por integrantes de la dirección del partido por romper con la tradición de tomar lo menos y ceder lo más. Pero, ¿para qué queríamos dos consejeros electorales en el IFE si el PRI estaba tomando la mayoría? Ese partido ni siquiera tenía al Ejecutivo Federal, pero el PAN buscaba acuerdos contra una izquierda en ascenso los cuales terminaron favoreciendo al candidato Calderón. En verdad, ningún partido debería tener a un solo consejero de su lado.

Cuando fui senador (2006-2012) se llegaron a “innovaciones”, por ejemplo, para meter al Tribunal a Penagos que ya había sido rechazado en su terna original pero devuelto por la Corte en otro trío con el fin de lograr su inclusión. Beltrones arregló esa maniobra con la aquiescencia del PAN, el PRD y la petición de Convergencia. Penagos era el cuarto elemento de entre siete magistrados.

La idea priista siempre fue que si no se tenía una mayoría automática en el órgano administrativo se podía arreglar cualquier cosa en sede jurisdiccional. Esa sapiencia es elemental pero el problema sigue siendo ¿por qué las oposiciones la han admitido?

Hoy tendremos cuatro magistrados oficialistas (Mata, Soto, Fuentes y Vargas), dos panistas (Otálora y Rodríguez) y uno propuesto por el PRD (Infante). Eso es agandalle disfrazado de “pluraridad”. Pero no es pluralidad lo que se requiere sino imparcialidad, que es cosa diferente. El nuevo Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación traerá problemas al país porque su método de integración es el peor posible y porque predomina el gobierno, cuyos intereses normalmente se decantan a favor de la parcialidad del aparato electoral, la coacción del voto y la simulación. Lo precario de nuestra democracia se expresa también en la inconsistencia de las instituciones. En particular, los tribunales siguen siendo de consigna en los asuntos más relevantes y políticamente decisivos para el poder establecido.

Debate contra Trump

El entorno mediático del segundo debate entre dos de los candidatos estadunidenses dio la impresión de ser una segunda edición, empeorada,  del primero: casi todos están en contra de Donald Trump y nadie se ubica a su favor. En consecuencia, todo beneficia a la candidata Clinton.

Aunque entre las personas que consideramos que Trump es un chovinista, un racista y un patán, entre otras muchas cosas más, podría verse bien que las reglas sean inequitativas para tratar de evitar que el multimillonario obtenga el triunfo, eso sería tanto como estar a favor de sistemas electorales amañados. ¿Por qué demócratas y republicanos se abstuvieron de llegar a acuerdos para bloquear a ese último Bush que se convirtió en un enemigo público de la Humanidad? Casi todos estaban entonces alegres apoyando ir a hacer la guerra a Irak, incluso Hillary Clinton, con excepción de Obama y unos cuantos.

Trump no tiene más que una letanía fuera de la cual no dirá nada interesante. Por eso está ahí, en la competencia, para arrollar a la clase política que ya es odiada por una parte de los multimillonarios y por muchos millones de estadunidenses, sin duda la mayoría. Para enfrentarlo se hubiera requerido a un o una aspirante democrática, crítica, reformadora, propositiva. Pero la candidata Clinton no es nada de eso y se mantiene en sus mismos discursos después de ser dos veces senadora y secretaria de Estado, además de haber habitado en la Casa Blanca que también es un cargo público en EU. No dijo nada nuevo, lo cual no está mal de por sí, sino que tampoco explicó lo que ha venido diciendo hasta ahora no obstante haber perdido los debates con el precandidato Bernie Sanders. Hillary no está expresando el contenido básico de la plataforma electoral oficial de su partido porque no lo comparte.

La candidata afirmó que no enviaría militares a operaciones terrestres a Siria pero que lanzaría a EU contra el gobierno de Assad en operaciones aéreas. Parece que Clinton desconoce que en ese país hay una guerra civil y hay al mismo tiempo una guerra de un protoestado, el Califato (ISIS), que el gobierno sirio tiene alianzas militares firmadas con otros países y que una grave agresión contra uno de los pactantes, según la cláusula de oro de los tratados militares, se considera hecha también contra el otro o los otros socios. Recordemos las Malvinas cuando Estados Unidos hizo a un lado su Tratado Interamericano y se abrazó a la OTAN como alianza estratégica. ¿Qué sucedería si en su guerra contra el gobierno Sirio se involucrara la aviación rusa? ¿La para entonces presidenta Clinton pediría disculpas a Putin o le haría un reclamo formal y asunto arreglado? ¿Puede EU obtener a corto plazo la derrota de al-Assad “desde el aire”? ¿La OTAN declararía también la guerra al gobierno Sirio? Las expresiones de Hillary parecen bromas dichas a la ligera, pero el hecho duro es que donde hay fuego de sobra, la candidata quiere meter más: es la clásica política estadunidense.

Trump sencillamente dijo que Rusia combate al Califato y que aunque al-Assad no le cae bien, éste también combate al mismo Califato.

Al respecto de lo dicho por la señora Clinton sobre la ciudad de Alepo se requiere repudiar esa sensiblería ensayada: es inaceptable separar a los niños masacrados y huérfanos a causa de los bombardeos rusos de aquellos que han sido víctimas de los estadunidenses. Es inválido condolerse de unos y olvidar a los otros. En ese mismo sentido, cualquiera hubiera esperado que Clinton hiciera un reproche a Putin por no haber aceptado los términos estadunidenses de una tregua recientemente fracasada y, al tiempo, explicar la necesidad de un acuerdo. Pero no, Hillary quiso aplastar en el debate a un Trump al que le llovían golpes de todas partes del town hall y se lanzó contra él acusándole de que simpatiza y tiene intereses en Rusia. Clinton está mal. Cuando se es presidente de Estados Unidos, frente al resto del mundo sólo se es eso y basta. Además, como Hillary no explica la desaparición de sus correos electrónicos, ataca con acusaciones de que Rusia jaquea a EU, las cuales pueden ser ciertas tanto como lo es el escandaloso espionaje mundial de la NSA, pero la candidata olvida que las mayores filtraciones de información secreta fueron realizadas por un oficial y un empleado del gobierno de Estados Unidos.

La furia de Trump contra el programa de seguridad social llamado Obamacare, le llevó de nuevo a descalificarlo por ser más costoso, dijo, que lo que pudiera ser otro, pero Clinton no explicó la falsedad de esa afirmación a pesar de que el multimillonario se hizo bolas cuando le preguntaron qué nuevo programa sustituiría al actual. Lo cierto es que no tiene ninguno sino sólo las ganas de echarlo abajo con el entusiasta apoyo de todo el Partido Republicano que no obstante le niega respaldo. Sin embargo, Trump tocó un cable sensible cuando dijo que formaría una fiscalía para investigar y llevar a la candidata Clinton a la cárcel por el asunto de los correos electrónicos borrados, tema sobre el cual Hillary continúa con evasivas si no es que con mentiras. Lo que fuera, el lío de los correos en el que se metió sola Hillary la perseguirá como una servidora pública por lo menos notoriamente deficiente e irresponsable, aun después de triunfar en las elecciones.

Es lamentable que la corriente política que ha encabezado el senador Sanders no hubiera tenido el menor sitio, a favor y en contra, en la disputa de los dos candidatos empeñados rabiosamente en atacarse con todo lo que tienen a la mano pero ignorando un programa, el de Sanders, que tiene el apoyo de millones que debieron haber sido referidos aún dentro de la anticuada democracia estadunidense.

Hillary no tiene programa pero llegará a la Presidencia de Estados Unidos (el mal menor se dice), mas desde ahí se comportará como siempre lo ha hecho: hablar mucho, no hacer nada nuevo y generar agresividad contra adversarios y socios díscolos. Ese país no va a progresar así y el mundo no será mejor, pero ellos deciden. Trump es una amenaza mundial pero no está claro que Hillary no lo sea.

La mayor culpa la tiene Obama por haber nombrado a Clinton como secretaria de Estado y, hace poco, poner a trabajar a su gobierno para derrotar a Sanders. Ya habrá motivos, ocasiones, lugares y personas para reclamárselo.

A las puertas de otra crisis

Enrique Peña Nieto decidió que la economía iba a crecer y, por tanto, ejerció un mayor endeudamiento con el apoyo del Congreso. Sin que se produjera el esperado aumento del PIB ni, por tanto, de la masa de contribuciones, el resultado ha sido un río de dólares que se marchan. Es por ello que el peso se ha venido devaluando durante el sexenio.

Para hacer frente al pago de requerimientos financieros, el gobierno quiere un superávit primario pero éste es insuficiente y dañino. Los agresivos recortes sólo conducen a reducir un poco el ritmo de endeudamiento pero son recesivos, es decir, llevan a un menor crecimiento económico. Tener un sobrante de ingresos antes del pago del servicio de la deuda no garantiza poder estabilizar las finanzas públicas ya que con anterioridad se había elevado demasiado la cuantía relativa del débito. En pocas palabras, el país tiene un  grave desequilibrio.

El Banco de México supone que con mayores tasas de interés se puede frenar la compra de dólares. Esa medida eleva la prima de riesgo que paga el país a los poseedores de bonos pero sin aminorar la salida de capitales líquidos. Por otro lado, aumenta el rédito y obstaculiza la inversión privada. Un desastre.

En casi todos los países pobres las deudas se han convertido en una limitante para el ejercicio de la soberanía nacional. El capital dinero concurre a las economías en pos de obtener seguridad y renta. Su cuantía ha servido para estabilizar las cuentas nacionales pero cuando los ingresos por exportaciones bajan o los gobiernos hacen pésimos cálculos, los dueños del dinero emprenden la emigración, la cual opera como una presión para reducir el gasto público con el propósito de servir la deuda acumulada. Así opera el capital-dinero especulativo en manos de extranjeros y de nacionales.

El modelo de adelantar inversiones, es decir, financiarse con débito, es impecable teóricamente pero el capital especulativo ha demostrado que puede llegar a ser un elemento de las crisis. El problema es mucho mayor cuando los países cubren con deuda parte de su gasto corriente y cuando las inversiones en infraestructura no dan los resultados macroeconómicos esperados, tal como ha ocurrido en México, donde ya empezó el galope de aumento de la tasa de interés con lo cual se ofrecen altos réditos ante la falta de “confianza”, aumentando con ello la sangría económica.

El mundo tiene que cambiar. Se hace indispensable que los países pobres modifiquen el modelo de financiamiento del desarrollo, repudien la contratación de deuda en mercados abiertos y rescaten ingresos de sus grandes empresas y capitalistas para promover la inversión. Esto quiere decir que sí es indispensable aumentar impuestos y crear nuevos. La bandera de no afectar a los grandes ricos (en México son muy pocos pero demasiado ricos) mantiene a los países pobres en su desdichada condición. Lo estamos viendo ahora, el gobierno está pagando más intereses a sus acreedores con tal de que no saquen su dinero pero lo van a seguir sacando. De esa forma trabajamos para el capital especulativo y no realizamos las inversiones que se requieren para expandir la economía: es el peor de los escenarios. Estamos a las puertas de otra crisis.