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Un gobierno que se hunde

Los cambios en el gabinete, largamente esperados, no vendrán a resolver el problema del gobierno de Peña Nieto porque no implican un cambio en la política económica y social. Nada será nuevo con los flamantes secretarios, quienes, por lo demás, ya lo eran. De nada servirá Meade en Desarrollo Social, por ejemplo, si todo va a seguir igual  debido a que no hay una línea diferente a la Cruzada, con todo y el abominable nombrecito: el problema de México no es el hambre sino la pobreza estructural basada en ingresos miserables. Lo mismo se puede decir de Nuño en Educación Pública porque la reforma administrativa no se va a convertir en una reforma educativa. Peña no intenta entender qué clase de cambios se requieren pues aunque haya sido algo necesario e impostergable quitar el control de la administración al SNTE, eso no resuelve el problema de fondo: hay que fraguar una nueva escuela democrática y popular para enseñar y aprender mejor.

Los neoliberales no podrán resolver ningún problema social de México. El neoliberalismo se hizo para impedir reformas sociales, para echar atrás las viejas reformas, pero nunca para hacer nuevas. Así que el cuarteto fantástico, Peña, Videgaray, Osoro y Nuño, no saben lo que se debe hacer para promover el progreso. Es ridículo ver la fotografía promocional de la figura de Peña junto con un sencillo puente de los que se hacen por todas partes pero presentado como símbolo del progreso nacional. Es evidente que en los últimos tres años el país está un poco peor que antes y que el estancamiento de los últimos 25 años mantiene a México en el mismo agujero.

En los próximos dos años las cosas se van a poner aún más feas. Es evidente que las inversiones públicas y privadas van a relajarse, que el salario volverá a decrecer y que los precios no mantendrán su nivel de crecimiento como hasta ahora. Todo está en contra. El presupuesto base cero es una técnica que en esta ocasión va a usarse para recortar el gasto social y ajustar el de inversión. Pero, eso sí, los altos sueldos de la alta burocracia, incluida la del Poder Legislativo, no van a bajar un solo peso mientras que se mantendrán los fuertes gastos operativos dentro de un presupuesto sin objetivos económicos y sociales.

Enrique Peña tiene un gobierno que se hunde. Esto no quiere decir que el presidente vaya a renunciar. Eso jamás. El hundimiento consiste es seguir con la falta de respuesta, aunque sea en forma mínima, a los retos del país. Al final, no habrá mejor salario, más crecimiento, mayor productividad, mejoría en la distribución del ingreso, menos pobreza, más empleo. Estos objetivos que tendrían que serlo de cualquier gobierno no lo son de Peña. Para los gobernantes actuales lo que hay que hacer es darle una manita de gato a todo lo que se pueda pero jamás realizar reformas. Para ellos el reformismo es, como en el campo de la energía, un programa limitado a fomentar las inversiones extranjeras en la explotación de los recursos naturales del país. ¿Ampliar el mercado interno? ¿Qué es eso?

Justo cuando se está produciendo una corrida financiera y huyen capitales golondrinos cuyas inversiones en México han sido promovidas por los sucesivos gobiernos, Peña presume que está aumentando la afiliación al IMSS sin aclarar que eso se debe al nuevo régimen fiscal para los pequeños comercios que antes estaban al margen de la seguridad social: no hay nuevos empleos, son los mismos de antes. Mientras, el secretario de Hacienda nos sale con el cuento de que la actual devaluación del peso (25 por ciento) es buena para promover turismo extranjero aunque eso no se haya visto en el verano que está por concluir. O sea, puros disparates de un gobierno que se hunde.

Todo cambia y sigue igual

No existe un sistema de partido-Estado como lo vivimos durante muchas décadas del siglo XX, pero eso no quiere decir que hayamos mudado de Estado, pues éste sigue igual aún bajo la competencia entre partidos y las alternancias políticas. Una de las expresiones más claras al respecto es el fraude electoral. Sigue la compra de votos y el clientelismo coactivo, la cual no es incurable enfermedad de la pobreza sino síndrome de la corrupción pública. Y sigue también la simulación, la violación de la ley y el fraude maquinado en las esferas administrativas y judiciales.

Ahora estamos a punto de ver uno de esos fraudes de tercer piso en el que el INE, primero, y el Trife, después, dirigidos por el gobierno, harían una defraudación del texto constitucional para otorgar al PRI siete diputados más de los que debería tener en San Lázaro. Esta cantidad es muy grande aunque se mire pequeña frente a 500 escaños porque es justamente la que Peña Nieto necesita para rascar la mayoría tan necesitada, es decir, para no tener que negociar en niveles indeseables con la oposición.

El fraude ha sido meticulosamente planeado y fraguado a través de varias acciones. A partir de un convenio de coalición parcial del PRI y el PVEM se buscó la manera de tener más diputados oficialistas con los mismos votos sumados de ambos partidos. El propósito es llegar a la mayoría –251 curules o más– con un porcentaje que tan sólo raspa la tercera parte de los sufragios emitidos.

Hay siete candidatos priistas que aparecen como si fueran miembros del Partido Verde (así llamado) con el propósito de hacer crecer el número de curules plurinominales del PRI. Veamos: el PRI no participará en la distribución proporcional porque si así fuera se sobre representaría con más de ocho puntos porcentuales respecto de los votos obtenidos por él en las urnas. Como esto no lo permite la Constitución, entonces se le fija un número de curules entre uninominales y plurinominales, es decir, en total. Con base en esta fijación se le otorga el número de plurinominales que requiere sólo para completar la cantidad total de diputados priistas. Si el PRI pierde un diputado de mayoría relativa, como ha sucedido en Aguascalientes donde se anuló la votación de un distrito, no le pasa nada porque el INE le tiene que dar uno más de las listas plurinominales para completar el número total asignado de curules priistas. Pero, ¿qué pasa cuando le reducen al PRI siete diputados uninominales y se los asignan al PVEM? Entonces sí pasa algo: se duplican esos diputados cachirules, poues éstos van a la Cámara como si fueran de otro partido pero el INE le tiene que aumentar siete curules plurinominales al PRI para completar su número total. Esto podría llamarse la clonación de curules o la invasión de los clones priistas.

Es un fraude electoral sólo que no se lleva a cabo el día de la votación ni en los cómputos sino en una tercera fase que es el manipuleo de las leyes y la simulación en las esferas superiores. Parecería una mentira decir en el extranjero que en México se regalan diputaciones con la simple maniobra descarada y burda urdida por el gobierno, pero dentro de nuestro país sería tan sólo referirse a una parte de la inmensa corrupción del Estado que está presente en todos los niveles.

Antes del 29 de agosto se verá si tiene éxito este fraude electoral del PRI-gobierno. Si la combinación INE-Trife funciona, entonces apuntaremos un elemento más a la historia de las defraudaciones electorales mexicanas que son causas directas de la desconfianza política que impide el diálogo franco y directo, la competencia democrática y la confianza en las instituciones. Que no se hable después de estas calamidades sin referirse a los hechos concretos que las han causado. Que no se diga después que el creciente desprestigio del INE es producto de confabulaciones malévolas, campañas e incomprensiones. Que no se repita el mismo rezo falso de la “aplicación del Estado de derecho” porque eso no lo va a creer nadie. Y, finalmente, que se olviden algunos de su retórica de que el INE es una institución independiente del gobierno pues cada vez que lo digan provocarán más amargas carcajadas.

El vuelco del PRD

La crisis del PRD se asemeja a una situación en la que los habitantes de una casa dejan durante años que ésta se deteriore sin hacer la menor reparación. Cuando el lugar se vuelve inhabitable tienen que hacer toda una obra urgente y costosa si quieren seguir viviendo en el mismo sitio. Una mayoría en el PRD se negó durante mucho tiempo a realizar reformas y a cambiar de línea política de tal manera que ahora, cuando ya nadie puede negar la crisis de la conducta vieja, entonces será mucho más penoso y difícil realizar un vuelco.

No se construye una fuerza alternativa sin ser la oposición. De momento, suele parecer que el oponerse casi a todo no da resultados pero, cuando la crisis del poder se torna grave, el opositor puede lograr que se entienda su propuesta. La cuestión consiste también, por tanto, en tener esta última, sin la cual no puede haber oposición en sentido completo. El PRD ha navegado sin una propuesta nacional. Como a todos los partidos, la búsqueda del poder lo había unido hasta que se produjo la división, pero no hubo durante más de una década la necesaria unidad en el propósito transformador. Esta situación la hemos visto durante años de gestión gubernamental en no pocos sitios y en los parlamentos. Después del año 2000 se definió a la izquierda perredista como el partido que busca la instauración del Estado democrático y social de derecho, pero este planteamiento no fue suficiente para armar una propuesta opositora, es decir, una nueva política económica y una plataforma de reformas al régimen político dentro del marco de un plan concreto.

El PRD ha dado la impresión de que es un partido en el que cada cual entiende las cosas a su modo. Y así es. No hay una política igual para las entidades y municipios gobernados por los perredistas. En todas partes se aplica una política temporalera. En algunos lugares se han conseguido importantes reformas pero, en otros, ninguna se hizo. El partido jamás le ha exigido a alguno de sus gobernantes que haga o deje de hacer algo. Esto es increíble pero es rigurosamente cierto. Por otro lado, no puede ocultarse que algunos dirigentes locales del PRD están subordinados al respectivo gobernador de otro partido o sin partido.

Al lado de lo anterior, el PRD ha carecido de una dirección propiamente dicha. Su estructura de corrientes es el resultado de que en el partido predomina la política de la no exclusión y de que todos los grupos tienen derecho a participar en los órganos internos y el reparto de candidaturas. Sin embargo, como no existe ninguna corriente mayoritaria y como todos los grupos son titubeantes en cuanto a la política a seguir, lo que hemos tenido es una falta de liderazgo en el sentido de ausencia de una línea definida y de una práctica de tomar decisiones a tiempo, con destreza y en firme.

¿Cuál es el discurso del PRD? En concreto eso no se sabe, hay que esperar cada coyuntura para escuchar algo al respecto. Esto se nota en lo que dicen y proponen sus gobernantes y legisladores al igual que sus dirigentes formales, pero se nota mejor en lo que callan que es con mayor frecuencia más que lo declarado. Se afirma que el PRD carece de una política de comunicación social, lo cual es cierto, pero eso no es tan grave como carecer de unas ideas para ser comunicadas.

La política de alianzas del PRD ha sido errática como consecuencia de todo lo anterior. Se han llegado a pactar en forma virtual alianzas con el PRI. Los gobiernos encabezados por panistas con el apoyo del PRD han desfondado a este partido. No hay en realidad base alguna para compartir responsabilidades de gobierno con el PAN o con el PRI. Entonces, lo que se hace es ubicar al PRD como factor del triunfo de un candidato pero en ausencia de todo compromiso de gobierno en cuanto a programa y cargos. Esta es la forma más desordenada de llevar a cabo alianzas, es decir, sin política.

En realidad, el PRD se encara ahora con él mismo antes de hacerlo con los otros partidos. Su situación podría cambiar en la medida en que haga modificaciones muy fuertes de su política y de su forma de tomar y aplicar las decisiones. La cuestión no es tan difícil pero depende, como siempre, de los jugadores que van a salir a la cancha. Si estos no saben ni por dónde empezar, nada se logrará. Aquí está el detalle, la condición primera para lograr un vuelco del PRD.

Comprar votos

Se han vertido dos tesis relativamente nuevas o renovadas: la compra de votos es consustancial a la pobreza y la compra de votos es una práctica esencial de todos los partidos. Estamos otra vez frente a errores graves que alargan la ya larga lista de análisis desviados.

Primero: la compra del voto es uno de los elementos de la corrupción pública y con mucha mayor fuerza está presente en el Estado corrupto. En tanto la corrupción invade las diversas esferas de lo público y lo privado, la coacción del voto se incorpora como instrumental de una mercancía llamada sufragio personal, es decir, el voto llega a tener un determinado precio de mercado. Hay Estados con economías muy pobres pero con menor corrupción que tienen menos sufragio comprado sobre todo en tanto que éste no tiene un carácter tan acentuado como mercancía.

Segundo: el partido histórico de la compra del voto es el PRI como partido-Estado que fue durante muchos años. Ahora, como partido con fuertes ligas económicas con capitalistas que invierten en la política, el PRI sigue comprando votos en cantidades significativas y a veces decisivas. La cuestión central, ligada al anterior elemento de la conversión del voto en  mercancía, consiste en la existencia de fuertes inversiones en la política, es decir, en la colocación de gobernantes y legisladores, una vez que el partido-Estado ya no es el sistema dominante. Como es natural, en tanto que la compra de votos ha sido tan amplia en México, otros partidos también recurren a esta práctica pero en forma marginal. Para los partidos diferentes al PRI, la compra de votos es algo más vinculado a la capacidad económica personal del candidato, en especial cuando existe un gobierno que le provee fondos, pero tiene diferencias por cuanto a que tales partidos no están dentro del mercado de compra de puestos por parte de inversionistas privados, con la excepción del llamado Partido Verde.

Repartir el fenómeno de la compra de votos entre el fenómeno estructural de la pobreza y el actual sistema de partidos de México es una manera perversa de declarar la imposibilidad de combatir la coacción electoral. La pobreza, como se sabe, no es algo que pueda superarse con facilidad y rapidez; la creación de un nuevo sistema de partidos tampoco es algo tan fácil de lograr aunque eso sí podría ser súbitamente. Por tanto, se trata de dejar sentado como tesis política que la compra de votos no es superable pero, en tanto esto fuera así, tampoco es combatible con los instrumentos que la ley brinda actualmente. De este tamaño son las dos nuevas tesis de Lorenzo Córdova que ya nos tiene acostumbrados a la politología más vulgar que puede haber en el Continente. De la idea de que las elecciones no resuelven problema alguno a ésta de que la compra de votos la determina la pobreza no hay ninguna distancia para declarar por fin la imposibilidad de la democracia o, al menos, su completa inocuidad.

Que estas tesis pudieran acunarse en el PRI sería del todo natural pero, como provienen del consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, el asunto es mucho más grave. ¿Es el INE una institución para encontrar excusas a un delito como es la compra de votos? Parece que sí a juzgar por las muy frecuentes opiniones falsas procedentes de tan alta investidura.