Archivo por meses: junio 2015

El PRD frente a su derrota electoral

El Partido de la Revolución Democrática sufrió sin duda una derrota electoral en la Ciudad de México. Por más que se la quiera ver con disimulo, la verdad es que Morena superó en votos al PRD y que aquel partido es la principal fuerza electoral de la ciudad. Se ha producido un cambio que es preciso reconocer: hay otra fuerza política mayoritaria.

Sin embargo, el problema mayor es procesar un análisis que llegue a conclusiones compartidas sobre las causas de ese cambio. El primer elemento es que la escisión del PRD tuvo un calado muy fuerte en la ciudad, pero ¿por qué? Esta situación no ocurrió por igual en todas partes ni siquiera en Tabasco, estado de donde es líder político el fundador de Morena. Parece que la respuesta debería tomar en cuenta que el PRD ha sufrido un proceso de descrédito debido a que la corrupción ligada a la administración pública sigue siendo alta en la percepción de la ciudadanía; a que la gestión pública de los delegados y delegadas se ha concentrado en los grupos que conforman la clientela perredista en evidente desatención a sectores de ciudadanos no corporativizados; a que no se han producido nuevas reformas sociales y no se ha avanzado en las ya establecidas; a que no existe un plan conocido de infraestructuras que permita a la gente saber lo que el gobierno de la ciudad tiene pensado hacer; a que los gobernantes delegaciones y los de la administración central carecen de un discurso político preciso en el que se reflejen orientaciones y objetivos de la gestión pública; a que el PRD como tal tiene poca injerencia en las actividades de gobierno y se limita a realizar gestiones; a que ese mismo PRD no discute absolutamente nada, se ha alejado de la política y se encuentra cada vez más desorganizado como partido.

A todo lo anterior es preciso agregar un elemento que ha calado fuerte en la conciencia ciudadana del país pero en especial en la Ciudad de México: la tragedia de Iguala en la que existió evidente responsabilidad política del PRD como partido político nacional.

Así como en su momento no se reconoció que la escisión de López Obrador era un acontecimiento de gran trascendencia y que muchos dirigentes perredistas trataron de convencerse a ellos mismos de que se trataba de un asunto relativamente menor, de la misma manera se ha tratado de evadir el desprestigio del PRD dentro de numerosos sectores de izquierda, muchos de los cuales existen desde antes de la fundación del partido. Se trata de la intelectualidad, dentro de la cual están académicos, artistas, profesionistas, pero también de un amplio sector de la clase media educada en principios de izquierda. Desde hace años el PRD se fue divorciando de esos segmentos sociales de tal manera que ahora muchos de sus integrantes anularon su voto (más del 7% en la ciudad) o votaron por Morena. El PRD no incorporó a su dirección a intelectuales, abandonó el trabajo cultural, renegó de sus orígenes al despreciar a los académicos, no creó una plataforma de protección del ambiente, se ligó a los jóvenes sólo como parte de sus clientelas ya tradicionales pero sin especificidad juvenil alguna, jamás acertó a definir una clara política sobre las cuestiones de género, ignoró los centros de educación de la ciudad, sigue careciendo de una política laboral distintiva, entre otros muchos errores políticos que forman parte de su situación actual.

En la campaña reciente el PRD hizo hincapié en sus logros de gobierno pero olvidó algo elemental: la gente no vota por las conquistas del pasado sino por los objetivos a futuro a menos de que se encuentre en peligro de perder lo ya ganado. El PRD se refugió en sus anteriores reformas sociales y legislativas, así como en sus importantes obras públicas, porque no tenía mucho nuevo que ofrecer ya que ha perdido el impulso reformador y se ha refugiado en un esquema de conservación que no es la vía para ser la fuerza política mayoritaria en una ciudad progresista. La campaña del gobierno capitalino para elevar los salarios mínimos nunca tuvo el acompañamiento efectivo del PRD en el DF ni de su dirección nacional y, de tal suerte, entró en un impasse al grado de que no fue bandera electoral perredista.

En la ciudad no existe un plan cierto y conocido de crecimiento del Metro y mucho menos un calendario; la ciudadanía ignora si el gobierno tiene planes para garantizar la educación media-superior a todos los jóvenes y para ayudar a que ingresen a la educación superior aquellos que lo requieran; nadie puede saberse enterado de algún plan general para reordenar el actual comercio en las vías públicas y la apertura de nuevas perspectivas para esos comerciantes; no sabemos en qué consiste exactamente la política de uso del suelo más allá de las decisiones puntuales que se toman y que no obedecen a criterios generales sino a intereses particulares; no hay un plan de financiamiento a mediano y largo plazos como no existen tampoco elementos de planificación urbana y económica. El proyecto de conversión en alcaldías de las actuales delegaciones sigue siendo algo limitado, ya que no se admite la creación de cabildos plurales con iguales funciones que los ayuntamientos para terminar con el sistema de administración personal que ya se encuentra en crisis profunda. En síntesis, el futuro se sigue viendo como algo incierto y azaroso en una de las grandes ciudades del mundo.

Aún bajo las condiciones aquí brevemente descritas hubiera sido posible el mantenimiento del PRD como la fuerza mayoritaria sólo gracias a que había carecido de una oposición verdadera, a que el PRI y el PAN en la ciudad carecen de rumbos, programas y liderazgos, pero eso no es en sí mismo un mérito. Sin embargo, surgió una fuerza que, aunque también carece de programa para la ciudad, catalizó en su favor gran parte del descontento con el PRD.

Es evidente que la ciudad sigue siendo mayoritariamente de izquierda y con una presencia fuerte de las derechas políticas. Debido a la división en la izquierda se perdieron algunas delegaciones y distritos pero, más allá de esta circunstancia, las derechas pueden convertirse eventualmente en fuerza mayoritaria si las izquierdas siguen su proceso de división, enfrentamiento y falta de nuevas elaboraciones.

Así, las tareas más urgentes son: la elaboración programática y política con sentido social y democrático, la dotación de nuevos liderazgos moral, intelectual y políticamente elegibles y la unidad de las izquierdas alrededor de un proyecto común para la ciudad. Se advierte difícil pero no es imposible. El PRD tiene que responder al reto sin pretensiones exclusivistas o fenecer por falta de un buen intento.

Las sucesivas crisis del INE

Ha entrado de nuevo el Instituto Nacional Electoral en una crisis. Un consejero electoral, es decir, con voto, ha denunciado que desde hace más de un año existía un acuerdo formal entre los consejeros de que fuera renovada la comisión para procesar el nombramiento de los integrantes de los organismos electorales de los estados. Sin embargo, dicho convenio no fue respetado y se mantuvo sin cambio dicha comisión. Para ese consejero, José Roberto Ruiz Saldaña, en el INE existen funciones metalegales a cargo de un grupo encabezado por Marco Antonio Baños.

El asunto importa pues Baños fue el presidente de esa comisión cuando se nombraron los nuevos organismos de los estados y éstos resultaron a modo de la mayoría de los gobernadores, es decir, la reforma electoral quedó en nada en tan importante aspecto. Ahora, todo seguirá igual porque predominan los intereses oficialistas en el supremo órgano electoral administrativo del país. Y Ruiz Saldaña nos señala el mecanismo: Baños dirige a un grupo de cinco consejeros y consejeras que, con la actitud permisiva del sexto voto, el del consejero presidente Lorenzo Córdova, tienen una mayoría en el órgano de gobierno del INE.

Eso mismo había sido dicho en una de las crisis anteriores, cuando el 18 de febrero ocho partidos (todos menos los dos oficialistas) se levantaron de la “herradura de la democracia” para denunciar la actitud permisiva del Instituto frente a la violación cínica, reiterada y alevosa del Partido Verde (así llamado) de adelantar su campaña electoral desde septiembre de 2014 con una batería de televisión, anuncios de calle, cineminutos, regalos de bolsos escolares, boletos de cine, tarjetas de descuento, envolturas de tortillas y cuanta otra cosa se les ocurrió a los diseñadores de la campaña de ese partido de defraudadores, único aliado formal de Peña Nieto.

Antes, se había presentado una crisis cuando el nuevo sistema de reportes contables en línea de los gastos de los partidos no funcionó como lo manda la ley porque el INE decidió encargar el diseño a una compañía que resultó técnica y económicamente incapaz, luego de lo cual no hubo responsables administrativos de las decisiones catastróficas.

Otra crisis se presentó luego de que el Tribunal Electoral obligó al INE a cumplir con la ley en relación con esa descarada campaña electoral anticipada del Verde (así llamado). Primero, se ordenó la conclusión del procedimiento abierto por el PRD mediante una queja, con lo cual se censuró la negativa del consejero presidente, Córdova, de cumplir con los términos legales. Después, el 19 de diciembre de 2014, vino la revocación de la negativa de la comisión de quejas del INE de suspender cautelarmente los ilegales espots del Verde (así llamado) y, a continuación, todo lo tuvo que hacer el tribunal porque el INE seguía en la actitud permisiva frente al oficialismo hasta que se vio precisado a imponer una fuerte multa a ese mismo Verde (así llamado) por no obedecer una orden de suspensión de su propaganda ilegal, cuyo origen no había sido el Instituto, por cierto, sino el tribunal, aunque el INE tuvo que aplicarla.

La crisis inmediata anterior a la actual se produjo cuando el sistema de cómputos distritales arrojo más del 100 por ciento de casillas computadas, luego de lo cual tuvieron que interrumpirlo. La explicación de lo que había ocurrido fue muy simple pero la causa no ha sido revelada. Además, según cuentas, el INE eliminó del listado de electores a más de 60 mil ciudadanos o, dicho de otra manera, canceló las casillas donde ésos podrían votar con lo cual ni siquiera aparecieron en la suma total en los cómputos distritales. Al tiempo, muchas actas de cómputo dicen mentiras cuando registran como computadas la totalidad de las casillas sin tomar en cuenta las no instaladas, las robadas, las desaparecidas, etcétera. Y, para colmo, el consejero presidente no ubicó en el orden del día de la sesión subsecuente del Consejo General el tema del problema cibernético pero declaró que nadie quería minimizarlo. Quizá porque lo que se buscaba era olvidarlo. Lo tuvo que incorporar al debate el PRD, quien hacía más preguntas que daba respuestas mientras la reiteración de nimiedades estaba a cargo de los consejeros electorales en lugar de que el aparato ejecutivo diera las explicaciones en tanto responsable único de todo lo ocurrido.

Así funciona actualmente el INE.

Las crisis, en suma, empezaron con el nombramiento de los organismos locales electorales, cuando el PRI se llevó más del 80 por ciento del pastel. Siguieron con la campaña anticipada del Verde (así llamado) tolerada durante cinco meses por el INE. Continuaron con las órdenes provenientes del tribunal para detener al Verde debido a las ilegalidades cometidas por el INE en el manejo del asunto. Se prolongaron con el retiro del Consejo General de ocho partidos políticos con la demanda de imparcialidad y legalidad. Generaron mucha desconfianza cuando no funcionó el sistema electrónico para el cómputo distrital. Y remataron con la noticia de que el INE, ilegalmente, no ofreció posibilidad de votar a más de 60 mil ciudadanos. Por último, pero a reserva de otra crisis nueva, la mayoría de consejeros se negó a cumplir un acuerdo de renovar la comisión de OPLES (organismos electorales de los estados) poniendo de manifiesto una vez más que en el IFE opera una red que ejerce funciones “paralegales y pararreglamentarias”.

El tema pertinente lo enunció el consejero Ruiz Saldaña: “Una interrogante válida es si los partidos políticos desean ir a 2018 en esas condiciones”.

El ocaso de Peña y la dispersión de la izquierda

Las elecciones de diputados así como los comicios locales arrojan un resultado que bien podría considerarse como el inicio del ocaso de Peña Nieto y la cristalización de la dispersión de la izquierda. Hay otros dos datos: un gobernador sin partido y un diputado independiente aunque ambos son políticos de larga trayectoria. En realidad, no hay nada nuevo en el sistema político.

Peña fracasó por completo al intentar obtener un porcentaje de votos mayor que en 2012. Ahora obtuvo con las siglas PRI tan sólo el 28.6 por ciento, es decir, está algo lejos del tercio del electorado pero sigue siendo el presidente de la República con exiguo apoyo popular. Su socio e instrumento, el Partido Verde (así llamado), alcanzó 6.6 a pesar de que inició ilegalmente campaña en septiembre y se levantó él solo con el 45 por ciento en Chiapas donde hubo una elección de Estado. Total: un fracaso del oficialismo y, con ello, de la política que aplica. El mayor damnificado ha sido Peña pero no fue el único. También el PAN se quedó atorado en su quinta parte de los votos emitidos.

Lo más aparatoso sin embargo fue la cristalización de la ruptura en la izquierda. La votación de esa corriente se dividió en casi dos mitades entre PRD y Morena. Aquí hay un par de comentarios necesarios: era falsa la tesis con la cual se menospreció la escisión de López Obrador y era falso el postulado de que Morena dejaría en el margen al PRD. En cifras, los perredistas tuvieron dos puntos porcentuales por arriba de Morena (cerca de un millón de votos) y López Obrador tuvo que sufrir su derrota (eso es relativo) en Tabasco. En cambio, en la Ciudad de México, Morena se convirtió en el partido más votado llevando al PRD a un colapso no antes visto. Para un partido gobernante, aunque sea más formal que real, esa derrota es algo de lo más significativo de la reciente elección pues no es compensada con el triunfo en Michoacán y se agrava con la derrota en Guerrero.

Morena no es una formación nueva como algunos especialistas han querido interpretar. Es un partido relativamente viejo. Su dirigente es integrante de la clase política, fue gobernador de la Ciudad de México durante cinco años y candidato a presidente de la República en dos ocasiones. Morena no es Podemos de España, sino una escisión del PRD fundado en 1989. Además, Morena tiene un programa también algo viejo (redistribuir el ingreso mediante el Estado pero no hacer una nueva distribución) y evade algunas de las reivindicaciones civiles como el derecho de las mujeres a interrumpir su embarazo y los matrimonios entre personas del mismo sexo así como el debate sobre el tema de las drogas.

La izquierda (PRD, Morena, PT) antes unida y ahora desunida obtuvo en suma el 22 por ciento, arriba del PAN y, si se cuenta también a un ex compañero de viaje, el Movimiento Ciudadano con su triunfo en Jalisco, llegaría a más del 28 por ciento, igual que el PRI. El mayor problema al respecto es que la desunión trajo como consecuencia el triunfo del PRI o del PAN en algunos lugares.

Si bien es cierto que Peña y el PAN se estancaron, también es verdad que la izquierda se sectarizó y su influencia política será menor pero no por menos votos sino por dispersos. Ante la política de Morena y de no pocos líderes perredistas que vuelven al viejo lema de “pocos pero muy sectarios”, la tarea política más importante es la lucha por la unidad de la izquierda sin la cual no existen posibilidades reales de un cambio político.

En cuanto al PRD, podría decirse que es imperioso un rediseño tanto en materia de organización y relaciones internas como en lo que se refiere a la línea política. Lo que las urnas le están diciendo a ese partido es que al perder casi  la mitad de su electorado y la mayoría en la Ciudad de México no se ratifica la conducta que ha seguido sino que la pone bajo un poderoso cuestionamiento. El PRD –su dirección o sus bases– tiene que responder ante ese castigo o sucumbir en la falta de un buen intento.

Hay un elemento nuevo: ha surgido un partido de corte cristiano y posiblemente confesional, se llama Encuentro Social, que ha levantado más del tres por ciento. Con esta novedad se podría abrir un conflicto sobre el carácter laico del sistema electoral mexicano, pero eso lo veremos dentro de poco.

En cuanto a los nulos, podría decirse que el movimiento anulista tuvo expresión fuerte sólo en la capital del país, con un 7 por ciento, pero a nivel nacional, con el 4.8, se mantuvo en un rango ligeramente menor que el más alto conocido.

El amago del boicot electoral a cargo de la CNTE se aflojó en el último momento pero dejó al descubierto que no se trataba de un rechazo del sistema político y de los partidos en su conjunto sino de una forma de presionar al gobierno para obtener reivindicaciones gremiales. Así, la acción política no correspondía a los objetivos pero lesionaba el derecho ciudadano de elegir, el cual, además, es una conquista histórica de la izquierda. El programa de la CNTE es discutible en varios de sus puntos pero lo más cuestionable son sus métodos que por lo regular lesionan a quienes podrían apoyar la lucha a favor de la educación democrática y popular. Aquí también hay una crisis.

La «fiesta cívica»

Hace no muchos años en México no había elecciones sino refrendos obligados e inevitables del poder. Era cono una autarquía sólo que con alternancia de personas que representaban al mismo sistema político. Entonces, las elecciones no servían para resolver problema alguno y eran una “fiesta cívica”. Sin embargo, hoy se dice lo mismo, pero el asunto es que tales frases han provenido del Instituto Nacional Electoral, instancia que tiene a su cargo la organización de las elecciones pero no el análisis de su significado político.

Ya nos hemos referido a esa expresión de Lorenzo Córdoba de que los comicios no resuelven ningún problema (luego añadió que no resuelven nada per se, lo cual mantuvo igual el significado de la frase), a pesar de que sí resuelven el problema del poder el cual ya no es fijo sino que debe dirimirse en las urnas. Nos vemos ahora en la situación penosa de rebatir la expresión de ese mismo funcionario electoral, pronunciada en nombre de los demás consejeros, en el sentido de que se trata de una “fiesta cívica”. Así era cuando no había elecciones verdaderas, entonces había una “fiesta” porque no podía haber otra cosa, la gente iba a votar o la llevaban (muchas veces sí había fiesta en toda forma) y todo seguía su curso normal. Ahora también pueden llevar a votar a muchos pero ya no es una fiesta porque el poder pende del hilo de los votantes en su conjunto.

Eso de la “fiesta cívica” es algo de la vieja cultura autocrática del PRI. La ideología de esa dictadura perfecta como le llamó Vargas Llosa tenía en la ley su expresión también perfecta: el gobierno decidía quienes tenían derecho a asociarse para tomar legalmente parte de la lucha política y postular candidatos. Los demás no tenían ese derecho. Además, todo el proceso electoral estaba controlado por el gobierno mismo, quien recibía las papeletas y las contaba. No había más que una “fiesta”, la de los poderosos y sus más cercanos seguidores que lograban un relevo de personas como parte del mismo poder que se reproducía incesantemente.

Ahora, la vieja expresión de la “fiesta cívica” suena más a payasada que a algo relacionado con el sistema político de antes. A pesar de su origen, la repetición inercial de esa expresión se hace para llamar la atención, para ponerse por encima de la disputa por el poder en lugar de ubicarse a un lado, es decir, en el lado de la autoridad electoral imparcial y no deliberante en materia de análisis político. Pero como tenemos un INE cuyos titulares aman el protagonismo personal entonces se ven obligados por su propia inclinación a meterse en asuntos que no les competen como autoridades aunque, como personas aisladas, claro que deben tener sus propias opiniones y su propio análisis de conjunto (incluyendo categorías sociológicas), pero que a nadie importan por lo pronto porque lo que de ellos se espera en la presente temporada es su probidad en el desempeño de su encargo. Suponer que las elecciones son una fiesta es tratar, a fin de cuentas, de despojarlas de su significado como parte de la lucha política.

Eso de la “fiesta cívica” suena peor aún cuando en varios estados existen movimientos que tratan de boicotear las elecciones. Al respecto, claro que el INE no es autoridad de seguridad pública para ofrecer garantías a los ciudadanos, por lo cual se espera que el gobierno federal trate de disuadir actos de violencia que pudieran afectar a las personas. Ante el boicot anunciado es preciso recordar que la lucha por el ejercicio del derecho a ser votado, que es el de asociación política y participación en los procesos electorales, ha sido una bandera de la izquierda. Desde un punto de vista democrático, nadie debería tener capacidad para impedir que los demás ejerzan su derecho a votar cuando en las elecciones se ejerce el otro derecho de postularse y ser votado. El boicot electoral se ha hecho en sistemas que no son electorales sino rituales o bajo situaciones de conflictos bélicos civiles. En cambio, la anulación del voto es una forma de rechazar el sistema de partidos. La abstención es una manera de manifestar desinterés en la lucha política o hartazgo de los procedimientos de ésta. Pero las organizaciones que están en la línea del boicot se muestran agresivas y pretenden ser autoridades no elegidas que deciden sobre el ejercicio de los derechos de los demás. Las izquierdas no partidistas cometerían un error si justificaran esa arrogante facultad de impedir los comicios.