Después de que la izquierda mexicana se había convertido en la de mayor unidad en un solo partido en el continente, al parecer viene una nueva era de sectarismos.
Las divergencias que fomentan el sectarismo suelen ser ideológicas y tener consecuencias en la política cotidiana. Pero, hoy, la diferencia de táctica frente al gobierno se muestra como promotora de la acción desunida y los ataques mutuos, sin que exista una verdadera discusión al respecto. Esa característica parece llevar las cosas hacia callejones sin salida.
Lo que se puede resolver dentro de un mismo partido político se traslada a confrontaciones entre varios pero la cosa va más lejos. La amplia intelectualidad de izquierda sigue deprimida en su accionar político directo. Los grupos de izquierda que dirigen organizaciones sociales vinculan su acción política a sus malas relaciones con los partidos. Todo configura un fenómeno de dispersión.
El sectarismo ha sido uno de los grandes males de las izquierdas en todo el mundo. En México, en los años recientes, parece que la unidad hubiera sido posible alrededor de una persona. El PRD ha tenido solo dos candidatos a la Presidencia de la República en casi 25 años de existencia. Ahora, ese partido se ha escindido también alrededor de una persona.
El tema de buscar o no acuerdos políticos con otras fuerzas se hace aparecer como el centro de la divergencia pero todos —partidos, sindicatos, grupos, partidos—realizan negociaciones abiertas o encubiertas con el gobierno. La firma del llamado Pacto ha sido uno de los desacuerdos mayores, pero lo sigue siendo a pesar de que se ha roto por decisión del gobierno de Peña. Lo que tenemos es la dispersión del diálogo político porque una parte importante de la izquierda dialoga (negocia), pero no lo admite abiertamente aunque lo hace a cada paso. La reforma educativa (en realidad, administrativa) se ha convertido en una divergencia mayor a pesar de que lo central de ella es el extremoso sistema de privilegios de la burocracia magisterial del SNTE denunciada siempre por la izquierda. Otra divergencia ha sido la reforma fiscal (negociada fuera del Pacto), frente a la cual parte de la izquierda ha coincidido por completo con el PAN y ha denunciado la nueva progresividad del impuesto sobre la renta y temas relacionados que durante más de 30 años fueron exigencias de todas las izquierdas y tabúes de los oligarcas.
Al parecer, Morena no está dispuesto a hacer alianzas y concurrirá en solitario a la cita electoral de 2015. Eso debilitaría a la izquierda en su conjunto, pero tal cosa no puede presentarse como un objetivo político, sino como una posición sectaria que se explica por la necesidad proclamada de dar al nuevo partido una presencia electoral por completo diferenciada. ¿Para qué? Polvos de viejos lodos.
Morena no ha concurrido al esfuerzo por lograr una consulta ciudadana constitucional para echar abajo la reciente reforma energética contra la cual se ha pronunciado. El argumento es que el PRD la promueve. La condición para la unidad de acción en este tema había sido que los perredistas salieran del Pacto (como si se hubiera tratado de una coalición o algo así), pero ya el Pacto no está vigente, por lo cual nadie alcanza a adivinar cuál sería ahora la nueva condición.
El PRD tiene también sus propios sectarismos, pero al menos se debaten en su interior y existen fuerzas unitarias. Siempre habrá pretextos para la desunión en la izquierda, mas nunca podría ésta ser un objetivo democrático. El PRD debe culminar su redefinición política y hacer un plan para resolver el gran problema de su relajada ética, ya que el sectarismo no sería más que un elemento de protección del oportunismo.
Por ahora no existe siquiera diálogo entre las diversas izquierdas. Era de sectarismos con alto costo para el país.