Archivo por meses: enero 2014

Era de sectarismos

Después de que la izquierda mexicana se había convertido en la de mayor unidad en un solo partido en el continente, al parecer viene una nueva era de sectarismos.

Las divergencias que fomentan el sectarismo suelen ser ideológicas y tener consecuencias en la política cotidiana. Pero, hoy, la diferencia de táctica frente al gobierno se muestra como promotora de la acción desunida y los ataques mutuos, sin que exista una verdadera discusión al respecto. Esa característica parece llevar las cosas hacia callejones sin salida.

Lo que se puede resolver dentro de un mismo partido político se traslada a confrontaciones entre varios pero la cosa va más lejos. La amplia intelectualidad de izquierda sigue deprimida en su accionar político directo. Los grupos de izquierda que dirigen organizaciones sociales vinculan su acción política a sus malas relaciones con los partidos. Todo configura un fenómeno de dispersión.

El sectarismo ha sido uno de los grandes males de las izquierdas en todo el mundo. En México, en los años recientes, parece que la unidad hubiera sido posible alrededor de una persona. El PRD ha tenido solo dos candidatos a la Presidencia de la República en casi 25 años de existencia. Ahora, ese partido se ha escindido también alrededor de una persona.

El tema de buscar o no acuerdos políticos con otras fuerzas se hace aparecer como el centro de la divergencia pero todos —partidos, sindicatos, grupos, partidos—realizan negociaciones abiertas o encubiertas con el gobierno. La firma del llamado Pacto ha sido uno de los desacuerdos mayores, pero lo sigue siendo a pesar de que se ha roto por decisión del gobierno de Peña. Lo que tenemos es la dispersión del diálogo político porque una parte importante de la izquierda dialoga (negocia), pero no lo admite abiertamente aunque lo hace a cada paso. La reforma educativa (en realidad, administrativa) se ha convertido en una divergencia mayor a pesar de que lo central de ella es el extremoso sistema de privilegios de la burocracia magisterial del SNTE denunciada siempre por la izquierda. Otra divergencia ha sido la reforma fiscal (negociada fuera del Pacto), frente a la cual parte de la izquierda ha coincidido por completo con el PAN y ha denunciado la nueva progresividad del impuesto sobre la renta y temas relacionados que durante más de 30 años fueron exigencias de todas las izquierdas y tabúes de los oligarcas.

Al parecer, Morena no está dispuesto a hacer alianzas y concurrirá en solitario a la cita electoral de 2015. Eso debilitaría a la izquierda en su conjunto, pero tal cosa no puede presentarse como un objetivo político, sino como una posición sectaria que se explica por la necesidad proclamada de dar al nuevo partido una presencia electoral por completo diferenciada. ¿Para qué? Polvos de viejos lodos.

Morena no ha concurrido al esfuerzo por lograr una consulta ciudadana constitucional para echar abajo la reciente reforma energética contra la cual se ha pronunciado. El argumento es que el PRD la promueve. La condición para la unidad de acción en este tema había sido que los perredistas salieran del Pacto (como si se hubiera tratado de una coalición o algo así), pero ya el Pacto no está vigente, por lo cual nadie alcanza a adivinar cuál sería ahora la nueva condición.

El PRD tiene también sus propios sectarismos, pero al menos se debaten en su interior y existen fuerzas unitarias. Siempre habrá pretextos para la desunión en la izquierda, mas nunca podría ésta ser un objetivo democrático. El PRD debe culminar su redefinición política y hacer un plan para resolver el gran problema de su relajada ética, ya que el sectarismo no sería más que un elemento de protección del oportunismo.

Por ahora no existe siquiera diálogo entre las diversas izquierdas. Era de sectarismos con alto costo para el país.

Los caballeros pobres…

La Orden de los Caballeros Pobres Guardianes de las Ruinas del Templo del Rey Salomón (monjes cristianos conocidos como templarios) se dedicaba a vender protección a los comerciantes cuyas caravanas atravesaban Medio Oriente para ir y venir de China y otros lugares lejanos de Europa. Esa orden monástica regresó a Francia y otros países cargada de oro en calidad de prestamista de la corona, la Iglesia y la nobleza hasta que el rey francés y el sumo pontífice romano se pusieron de acuerdo y la liquidaron en un par de días acusándola de querer crear un Estado independiente y, lo peor, de practicar la sodomía.

Nuestros templarios rechazaron a Los Zetas en sus delitos de extorsión y secuestro levantando la bandera de la defensa de La Familia michoacana. Al tiempo, se dividieron por causa de algunos díscolos en la guerra contra Los Zetas, pero cayeron en los mismos ilícitos como una forma de ampliarse, es decir, con el método de reclutamiento aprendido de sus maestros, Los Zetas.

Ahora tenemos a los grupos de autodefensa que se han levantado en armas contra Los Templarios y denuncian al gobierno como cómplice de éstos, frente a lo cual no hemos tenido los suficientes desmentidos. Sin embargo, parece que las autoridades federales se han decidido a dar una lucha contra la banda delincuencial de Los Templarios, que azota con demasiada rudeza a ricos y pobres de varias regiones de Michoacán, para lo cual tienen una alianza inestable con las autodefensas.

Mientras, se ha iniciado una discusión sobre los grupos de autodefensa. Algunos dicen que son producto de un hartazgo y de un financiamiento adecuado al objetivo de derrotar a Los Templarios. Otros dicen que son las autoridades quienes los promueven. En cualquiera de las dos versiones lo que resalta es que el gobierno solo no pudo o no quiso lanzarse contra Los Templarios y que las autodefensas parecen ser más eficaces al menos para poner a muchos caballeros en fuga. ¿Acaso el gobierno nunca supo cuáles eran los predios expropiados por Los Templarios? ¿Acaso la autoridad no conocía las casas de los jefes de esa gran banda que han sido ocupadas por las autodefensas? ¿Acaso durante el sexenio anterior y parte de la actual administración no se sabía con precisión de qué manera entran los precursores de las anfetaminas por los puertos de Lázaro Cárdenas y Manzanillo y dónde están los laboratorios? ¿Acaso no se sabe ahora por dónde andan los jefes templarios que tanto prometieron a la gente y que tanto daño han causado? Los Templariosobligaron a muchos en Tierra Caliente a votar por el PRI y eso lo sabe todo mundo.

La discusión sobre el carácter fallido del Estado mexicano es un extravío cuando no se analizan los fenómenos sociales que jamás podrán ser regidos enteramente por la autoridad, mucho menos cuando ésta ha sido estructuralmente corrupta. Si de veras se quiere analizar eso del Estado fallido, ha de ser necesario abordar el fenómeno de fondo: su carácter corrupto, que no lo hace fallido, sino por entero exitoso en sus términos y objetivos.

En Michoacán, Guerrero y otros lugares las cosas no están claras. Nunca sabemos dónde empieza la acción de la llamada delincuencia organizada y dónde la del Estado corrupto. Lo que sí sabemos de cierto es que la crisis de violencia delincuencial en México no hubiera sido posible sin ese carácter del Estado, el cual no habrá de desaparecer sólo por una u otra reforma de ley, pero acaso tampoco con el surgimiento de grupos de autodefensa que pueden terminar en las redes de la corrupción pública. ¿Quién destruirá al Estado corrupto? Sólo una amplia mayoría popular. Ese sigue siendo el trabajo que debe culminar con un cambio hasta de la manera de caminar de todas las autoridades del país, es decir, con una completa limpia del Estado.

Dependencia energética

Durante algún tiempo, a partir de los descubrimientos de la Sonda de Campeche, el gobierno mexicano buscó diseñar una política de diversificación de exportaciones de crudo. Ya casi nadie recuerda aquel proyecto, pero no se trataba sólo de problemas con los precios y contratos de abastecimiento de largo plazo (ahora casi todo es mercado spot), sino de lograr una diversificación de compradores que otorgara mayor libertad comercial. Hoy, casi todo el crudo mexicano va a Norteamérica.

Por el lado de los compradores de petróleo el asunto es harto complicado, ya que la seguridad energética depende de sus suministros. Estados Unidos, Japón y algunos países de Europa —ahora también señaladamente China— buscan soluciones a este problema. Como la energía nuclear tuvo un bache en su crecimiento, el abastecimiento seguro de petróleo es un tema mundial de gran importancia. Una de las bases de éste es el alto precio internacional del crudo, pero ya se nota que no basta: Estados Unidos quiere lograr en pocos años la autosuficiencia.

Los nuevos yacimientos mexicanos son parte de una estrategia estadunidense para lograr un abastecimiento más seguro que el ahora logrado. El emplazamiento militar de Estados Unidos en Medio Oriente es demasiado caro para una nación con tan alto déficit presupuestal, por lo cual el mar es una nueva frontera petrolera y, dentro de éste, el Golfo de México. Por ello se apresuró la firma del tratado sobre yacimientos transfronterizos y la Casa Blanca ha aplaudido jubilosa la reciente reforma energética.

Las licencias que otorgaría México a empresas trasnacionales, especialmente de Estados Unidos y Gran Bretaña, serían parte de la seguridad energética estadunidense en tanto que el petróleo, una vez extraído, pertenecería en exclusiva al concesionario (llamado de otra manera), que tendría la libertad de venderlo a quien fuera, es decir, a las refinadoras norteamericanas, al margen de conflictos políticos o comerciales con el país en cuyo territorio se llevara a cabo la extracción. Algo semejante se podría decir de los contratos de producción compartida que también están incluidos en la mencionada reforma.

La estrategia de autosuficiencia energética de Estados Unidos tiene varios aspectos (mar patrimonial, fracking gas y nuevas fuentes de energía), pero también están los territorios más próximos: Canadá y México. Los gastos de transporte serán siempre menores, pero más aún los de defensa. Hasta ahora, Estados Unidos ha tenido suministros muy seguros de esos dos países, por lo cual no habría nada que hiciera suponer que tal situación pudiera cambiar dentro de poco tiempo. Es por ello que el gobierno de Washington alaba la reforma mexicana.

Aquí surge un problema adicional sobre la nueva legislación energética. El ritmo de exploración-producción de crudo no podría ser definido exclusivamente por el gobierno mexicano, sino también por el estadunidense, ya que la influencia de este último sobre México sería mayor en tanto que las trasnacionales concesionarias siempre estarán muy ligadas al gobierno de Estados Unidos y serían, coincidentemente, las únicas que pudieran desarrollar grandes planes en el Golfo.

En conclusión, la vieja idea de que México debería diversificar su mercado exportador de crudo, administrar sus reservas con vistas a un muy largo plazo, proteger sus decisiones soberanas en la materia, alcanzar la autosuficiencia energética (derivados y refinados), desarrollar tecnología e impulsar así la ingeniería nacional ha quedado hecha trizas con la reforma de Peña Nieto, realizada muy en línea con el plan estadunidense de lograr su propia autosuficiencia. El límite del mar patrimonial se correría hacia el sur. ¡Uf!

Capitalismo depredador

Si no fuera por el Estado social —producto de la lucha de los trabajadores—, se habrían llevado a cabo muchas más revoluciones en el mundo. El Estado regulador y redistribuidor del ingreso ha generado condiciones en las cuales se ha hecho posible una disminución de la pobreza material y una conversión de la productividad del trabajo social en mejorías salariales relativas y en la seguridad social. Claro que esto no ha funcionado igual en todas partes, pero ha sido el más importante esfuerzo no revolucionario.

Durante las últimas décadas el Estado social ha sido defenestrado por las corrientes conservadoras y reaccionarias que lo acusan de detener el progreso y generar supuestas injusticias igualatorias. El liberalismo se ha tomado sus revanchas y ha conducido a esquemas en los cuales la influencia política de los trabajadores se ha empequeñecido en tanto el Estado ha renunciado a intervenir directamente en el reparto del ingreso y en la vigilancia de las tramas criminales de los operadores de los grandes mercados.

La crisis financiera más reciente, cuyas consecuencias se observan todavía, fue resultado de la combinación de un incremento relativo del capital dinero y una falta de regulación sobre el uso de éste. Las mismas autoridades estadunidenses que propiciaron la debacle tuvieron que reconocer su error: el mercado no puede regularse a sí mismo, lo cual parece una proclama socialista o algo por el estilo. Sin embargo, una y otra vez, en un grupo de países o en otro, sigue adelante la tesis del repliegue del Estado y, por tanto, de la lucha política. México tiene mucho de esto, en especial en la llamada reforma energética.

El control privado de la generación de electricidad ha llevado a desastres. Baste recordar la crisis de California. En Argentina las consecuencias fueron catastróficas. En España, se les ocurrió un sistema de subastas con el cual las tarifas aumentan sin relación con los precios en general. Los oferentes se encuentran supuestamente regulados por el gobierno, pero a través de un procedimiento en el cual la variación de costos (y el acuerdo soterrado de los productores) domina un mecanismo demasiado sensible: la velocidad del viento y la insolación tienen un lugar importante.

Así, en México el gobierno planea algo por el estilo. Se quiere hacer proliferar a los llamados productores independientes, dejando al Estado en su papel de distribuidor y comercializador, pero bajo el criterio de costos de las unidades productivas, lo cual llevaría a que la electricidad fuera más cara para el consumidor. Hacer esto en un país donde la reserva anda en alrededor de 30 por ciento y el Estado posee a la vez los generadores más caros y los más baratos es algo tan absurdo como las subastas españolas, pero habrá quien pague, aunque proteste, porque la energía no se compra en las tlapalerías.

Abrir toda la economía a las corporaciones empresariales lleva al Estado a regular en favor de los grandes productores. De esa manera, la función corruptora de la empresa privada alcanza el lugar donde se anida la corrupción misma, el gobierno. Trabajar únicamente para la obtención de la mayor tasa de ganancia no sólo se basa en la revolución técnica, sino en la protección pública de aquellas empresas que se convierten en factores económicos determinantes. Los grandes inversores son en realidad elementos decisorios en los gabinetes de gobierno, porque de ellos dependen los equilibrios macroeconómicos. La lucha política deja su lugar a presiones y condicionamientos de unos cuantos. La democracia política se hace más formal de lo que es de por sí.

La reforma energética de Peña tiene que ser analizada también desde el ángulo del capitalismo depredador, del estrechamiento de caminos democráticos.

Soberanía y energía

La soberanía de México depende en gran medida de su capacidad para producir la energía que consume y para asegurar dicha producción en el futuro.

La soberanía nacional sigue siendo un gran tema de todos los países. Sin embargo, no en todas partes tiene las mismas implicaciones y complicaciones. La cuestión de la energía es para muchos uno de los elementos principales del ejercicio de la soberanía.

Para México, una correcta estrategia soberana es producir su propia energía y asegurar el suministro futuro sencillamente porque eso es posible: tiene los recursos naturales. Sin embargo, las cosas se complicaron cuando los políticos neoliberales descubrieron que era más barato comprar gasolinas y petroquímicos en el extranjero mientras se vendía cuanto crudo fuera posible. Ahora, las cosas se han complicado aún más con la reciente reforma energética, que pretende compartir el crudo y el gas con las trasnacionales.

La soberanía de México depende en gran medida de su capacidad para producir la energía que consume y para asegurar dicha producción en el futuro, es decir, administrar sus reservas de hidrocarburos y promover la generación alternativa a través de medios diferentes a la materia fósil. Esto es lo que no se ha estado haciendo y lo que no se quiere hacer.

La energía no puede analizarse como si se tratara de una mercancía cualquiera ni debe verse sólo a través de criterios de comercio internacional. El crudo tiene un precio mundial establecido a través de mecanismos de manipulación de los niveles de producción para el mercado mundial. En consecuencia, las gasolinas de origen fósil llevan en la etiqueta el precio del petróleo. Con el gas ocurre un fenómeno similar, con la diferencia de que los precios de éste son de carácter regional.

El crudo y el gas son grandes negocios de trasnacionales y de países productores. El esquema de industrias nacionales es el único que puede asegurar las decisiones energéticas soberanas cuando las trasnacionales son eso, es decir, no corresponden al país. La reforma energética de Peña hará depender de las trasnacionales las decisiones estratégicas y, por tanto, reducirá la soberanía energética de México. Este traslado de capacidad de decisión se realiza para obtener ingresos mayores en el corto plazo, pero deja al país al garete, sometido a intereses y negocios por completo ajenos.

En un mundo cada vez más integrado, el ejercicio de la soberanía ha tenido modificaciones, pero la cuestión de la energía adquiere un significado de mayor alcance, pues toda la actividad económica se amarra ahí. Así lo ha entendido el gobierno de Estados Unidos, que se propone la autosuficiencia mientras que el gobierno de México lo entiende exactamente al revés no sólo por su afán de entregar el crudo a las trasnacionales, sino también al sostener la tesis de que es mejor comprar en el exterior las gasolinas que producirlas dentro del país. Sólo piénsese que México no tiene capacidad de abasto interno de más de 15 días: una interrupción de suministros haría que las gasolinas escasearan y se detuviera la mitad del transporte nacional, pues no contamos con un ejército que pudiera ir a Texas a traer el combustible. ¿No es éste un problema de soberanía?

Se repite con frecuencia que los conceptos de soberanía y defensa de los intereses nacionales son obsoletos y, más aún, falsos. Pero en los hechos, un país que en asuntos básicos depende de decisiones externas no sólo se vincula mal al resto del mundo, es decir, con debilidad y vulnerabilidad, sino malbarata lo suyo. Así como se desprecia la autosuficiencia alimentaria y se somete al país a los vaivenes de un mercado mundial manipulado, se quiere mantener a México como importante proveedor de crudo para otros y comprador de refinados y productos petroquímicos.